martes, 19 de abril de 2016

Reflexiones sobre el uso de tacones





Hay muchas mujeres a quienes les encanta llevar tacón a pesar de reconocer dolor y incomodidad. Algunas ya conocen los problemas asociados al uso prolongado del tacón, como dolores a nivel lumbar, cambios artrósicos en la rodilla, alteración de postura, acortamiento de tendones y otros problemas, algunas irreversibles, tanto en el pie como en otras partes del cuerpo. Y aún así, siguen usándolo. Algunas a diario. Otras se limitan a fiestas y bodas. Parece casi inaceptable no vestir de tacón en ciertos acontecimientos. Respecto a esta entrada, cada una es libre de llevar lo que quieran, y esto no va a ser un manifiesto en contra del tacón. Ni siquiera hablar de los problemas asociados a ello (para ello ya hay artículos muy interesantes como por ejemplo este) si no a mí me interesa ahora mismo el fenómeno social que hay detrás. ¿Por qué decide una mujer llevar tacón a pesar de las incuestionables molestias y dolores que provoca? ¿Por qué? ¿Qué te hace el tacón para querer usarla a pesar de todo? ¿Qué cánones de belleza absurdas hemos asumido sin cuestionar ni reflexionar?

El zapato de tacón se ha convertido en una herramienta de poder en nuestra sociedad jerárquico y patriarcal.
Poderío, fuerza, atractivo físico. Estilizan y realzan la belleza de las piernas, dicen. Sexualidad y sensualidad. Estatus y valía. Parecen darnos la llave para ser alguien en este mundo social, ser útil, inteligente, válida. ¿Cómo llegó a representar todo eso?
Los orígenes del zapato del tacón es muy distinta. Ya en el antiguo Egipto

lunes, 18 de abril de 2016

La vejez, la edad sagrada

La primera foto está tomada de internet y desconozco la mujer, pero la imagen es desde hace mucho una gran isnpiración para mí. En la segunda imagen de rojo aparece Tao Porchon Lynch, mujer de 97 años y profesora de yoga y bailarina. En la tercera imágen, de verde está Ina May Gaskin, matrona y gran ídolo mío. La ilustración del medio es "thread of life" de Jakki Moore y la última una de mis artistas favoritas Inge Löök.
Nunca fui de aquellas que adoraban algún grupo musical o ídolo de nuestros tiempos. No podía sentirme del todo identificada, quizás. Pero con los años, algunas imágenes y personas me han llegado a inspirar y tocar hasta el punto de que guardo sus fotos para mirarles de vez en cuando. Para recordar mi camino, para tener una referente. Para llenarme de ilusión y fuerza. Todas aquellas imágenes son imágenes de mujeres que no conozco, mujeres ancianas que mantienen su sabiduría y su fuerza. La vejez, la edad sagrada.

Esta entrada necesitaba escribirla porque hacerse mayor en nuestra cultura es casi equivalente a dejar de existir, dejar de importar. Te haces más viejo, menos útil, encajas cada vez menos en los estándares de la belleza, tu juicio cada vez importa menos y tu opinión: como la de los niños.
La semana pasada visitamos a una mujer muy especial y querida que pasa parte de su tiempo en una residencia de ancianos. El trato del personal es muy cariñoso y amable, pero aún así, ella odia estar ahí. Y nada más entrar, entendí por qué. Me entristecía enormemente ver esas miradas apagadas, perdidas. Esperando. ¿Esperando el qué? Al autobús que les recogería a las 17 de la tarde, a los hijos que de vez en cuando se pasaban a verlos, la hora de la merienda. La muerte. Quizás enloquecían con su espera y sus recuerdos, sabiendo que el tiempo era limitado y los minutos tan vacíos. Después de una vida cuidando y regalando se quedaron ahí aparcados. Inútiles. Esperando.

¿En qué momento permitimos que nos alejaran de todo lo sagrado de nuestros cuerpos? La menstruación es odiada, los partos temidos y peligrosos, la lactancia algo difícil y pesado, la sexualidad algo vulgar o innombrable y la vejez... si.. la vejez menos innombrable aún si cabe. ¿En qué momento dejamos de honrar a nuestras abuelas y ancianas, su experiencia y fuerza, y en su lugar ver una sombra de lo que un día fueron, manchada de enfermedad y debilidad?

domingo, 17 de abril de 2016

A veces me cuesta encontrar mi voz

Pude haber sido tu aliada
tu compañera, tu amada.
Pero fui violada, asesinada, destruida y temida.
Fui la ofrenda para los dioses de la cosecha,
la esclava de mi amo,
el juguete del rico.
Mi  deber fue dar placer,
recibir al guerreo hambriento con mi cuerpo
nutrirle con mi sangre y alma mutilada
Mi cuerpo no fue nunca mío,
sólo el lugar del alma pecadora de mujer

Me hiciste culpable de los males de la tierra
me nombraste la pecadora, la bruja, la sin nombre
me quemaste viva,
me tiraste la primera piedra con el corazón de hierro

El nuevo espacio físico de Danza de Mujer



Pues sí. Un sueño desde hace  mucho se está haciendo realidad.
Muy prontito estará todo listo...
Algunos ya sabéis lo que llevamos tramando desde hace un tiempo, y para los demás os adelanto que se trata de un espacio físico, un nuevo lugar para los encuentros y reuniones, para las clases y talleres de danza.

Es algo que he soñado desde hace muchos años, nuestro propio espacio para crear y compartir. Y desde que decidimos poner manos a la obra lo veo y lo visualizo cada día lleno de mujeres danzantes, en círculo, charlando. Un lugar entre los árboles lleno de aprendizaje y reencuentros con nosotras mismas y nuestros cuerpos.

Muy prontito. En apenas un mes os enseñaré fotos de nuestro nuevo hogar para todos los talleres y cursos de Danza de Mujer.

Con amor,
Sofía