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martes, 18 de marzo de 2014

Mi abuela

El olfato guarda los recuerdos del pasado como si fueran ayer. En un instante te transporta hasta algún lugar y tiempo lejano, lo agarras con fuerza mientras una ola de recuerdos te invade. Sólo un pequeño instante y el olor se transparenta y desaparece. Hoy paseamos por las calles de Málaga y al entrar en una tienda de repente sentí a mi abuela. Los jabónes, la humedad del tejado y quizás los cuencos de barro se mezclaron hasta formar el olor incunfundible de mi abuela. Lágrimas empezaron a correr por mis mejillas. Lágrimas de emoción, alegría, tristeza por estar tan lejos de ella. Y al mismo tiempo sorprendida por la magia de la vida que puede recrear un olor tan único, una tarde como está en un lugar como este.
Hace tres meses mi abuela cumplió 90 años. Sé que todavía quedan meses hasta que me vaya a reencontrar con ella, si su cuerpo y alma siguen con su misión en la tierra. Pero poder sentir su olor hoy ha sido un gran regalo. Transformó una tarde cualquiera en una tarde lleno de olores y emociones, que abrieron un par de nudos más en mi interior.

Comparto un texto que escribí sobre ella hace ya unos años. Se quedó grabado en el ordenador, olvidado en alguna carpeta, imposible de borrar por las emociones que retiene pero sin publicar por las heridas aún abiertas. O quizás no son heridas, son los pasos de una niña pequeña llamada Sofía que busca en su abuela las respuestas de la vida y sus propios raíces. 

"Una mañana de agosto lleno de olores. 
Entre sábanas con estampado de flores y el tic tac del reloj en la pared busco su cuerpecito dormido. Una mecha de pelo gris plateado me habla de su presencia, porque sus huesos frágiles y piel arrugada desaparece para dejar el alma de esta gran mujer libre de cuerpo. Desaparece, poquito a poco, de esta vida, para volver a su Casa, su hogar en otras dimensiones. Levanto la manta y encuentro su carita envuleta en un pacífico sueño, duerme como un bebé, despreocupada y frágil.

Llevo horas llorando sin parar. No es un llanto ni triste ni alegre, tan solo un llanto que tiene que salir, arrastrando consigo corazas creadas durante años de olvido e inconsciencia. Es un llanto con olor a manzanas recién recogidas en la veranda de mi abuela un día de otoño como esta. Es un llanto que lleva consigo el frescor del viento que entra por las grietas de la pared mientras una mujer con la espalda curvada, vestida con un delantal sobre su falda, y un pelo fuerte y gris que se hace rizos sobre unos ojos pequeños de ardilla. Esa mujer que está en cada una de mis células, pero de ella no sé mucho. La siento dentro de mí, sus olores, su carácter, sus miedos y sueños, pero mi razón tan sólo la conoce como mi abuela.
Llevo 18 años viviendo 4000km de mi hogar, el lugar donde nací. Y hoy, entre lágrimas, entiendo que cuando mis padres me llevarona con 8 años a España para crecer aquí me dieron unas alas grandes y hermosas para volar. Me dieron ortunidades y experiencias que no podría haber tenido si no. Pero al mismo tiempo se me arrancaron las raíces que me sostenían erguida, me volvieron a plantar en una tierra árida que mis raíces no conocían ni sentían suyas. Y hoy, mi cuerpo grita poder enraizar en su tierra, sentir el sol que no quema mi piel delicado, el frío que anestesía mi mente que no descansa, sentir las calas y rocas redondas que me enseñaron lo que es la suavidad. Mi cuerpo llora y extraño mi abuela, la que para mí, es la raíz que me podría explicar quién soy.
Traigo a mi memoria la última vez que la ví, una mañana de agosto.

Cuando acerqué labios para besar a mi abuela que dormía aquella mañana de agosto, volví a sentir el olor que resume toda mi infancia, las manzanas en un cesto de mimbre un día fresco de otoño. No había manzanas cerca, y fuera brillaba el sol de agosto. Años de vivencias y limpieza camuflaban el verdadero olor, pero estaba ahí. La besé y la abracé suavemente. Volvería a hacerlo? El día siguiente mis pies volverían a pisar las tierras de Málaga, y su cuerpecito en ese país lejano quizás pronto dejaría de acompañarnos en este mundo. Inhalaba una y otra vez. Necesitaba llenarme de ella, esa mujer que tanto amaba pero que solo mi corazón conocía.

No sé si es cultural o familiar, pero las mujeres de nuestra familia aprendimos que hablar es peligroso. especialmente si es algo importante o emotivo. Porque una vez que decides abrir y dejar fluir todo aquello que tu corazón lleva guardando durante años y años, un manatial de emociones volverá a fluir al superficio y ya no se podrá callar. Así que mudas aprendimos a callar. No hablar, no contar. Guardamos nuestros secretos debajo de alguna piedra en el bosque oscuro, asegurándonos que nadie los encontraría.

Sólo la vejez y la suave demencia hacía que mi abuela a veces hablara. No sólo sobre el tiempo o qué vecino había pasado por la carretera (pasaba los días mirando la carretera de arena que pasaba unos 5o metros de su casa) si no de quién era. Hablaba de los recuerdos que le pesaban, los secretos bien olvidados de la familia, sus miedos y temores. Hablaba de su amor, su risa y sus hermanos.
Las demás personas en la habitación, a menudo intentaban callarla (quién quisiera escuchar a una vieja demente hablando de cosas que pasaron hace más de 70 años?) u otras veces simplemente levantaban las cejar con un gesto de "no le hagas caso, ya no está en las suyas".
Pero yo escuchaba, absorbía cada palabra como una alma sedante de vida. Necesitaba conocerla, amarla, entenderla. Necesitaba saber algo más allá de su piel. Sé que comparto parte de mi sombra con ella, y muchos días me pesa. Me pesa y no soy ni capaz de mirar y entender por qué. Porque no conozco su historia. Con miedo de preguntar intento reconstruir su historia a partir de palabras y historias sueltas, recolectadas durante los años.

Se acerca su cumpleaños y le preparo una tarjeta con palabras llenos de amor pero un poco camufladas para no asustar. Añado un dibujo de mi hijo y unas fotos de momentos juntos. Dentro de mí recorren sensaciones y recuerdos, olores y sabores de mi infancia, de mi leche, de mi tierra. Intento tragar el miedo de dejar el tiempo pasar, sin preguntar, sin intentar abrir esa puerta y mirar por debajo de su piel. Cierro los ojos y pido que nos encontremos en sueño, para compartir todo aquello que no nos atrevemos a compartir despiertos. Y támbién pido que todas las mujeres de la Tierra puedan dar el paso que no me atrevo a dar, preguntar y conocer a sus abuelas. Porque son parte de ellas, y si no llegan a conocerlas nunca se conocerán a sí mismas."

1 comentario:

  1. PASH...IN LAK'HE (Saludo en Maya que significa yo soy tu) Hola Sofía, muy bonita historia, pero debes soltar el pasado y avanzar en el sendero.

    PASH...AL LAK'EN (Tu eres yo)

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