lunes, 28 de junio de 2010

Un cuento lleno de sabiduría

Quiero compartir con vosotros un cuento chino que me contó un dundecillo hace un par de días. A veces nos regalan unas palabras, o como en este caso, un cuento, que te ilumina un trocito de tu camino y te acerca un poquito más hacía el profundo entendiemiento de la vida. Y sí, los duendes existen, sólo hay que tener el corazón y el alma abierto para recibirles y reconocerles. Hace poco que conocí a este, pero me parece que le conozco de toda la vida. Es el duende de las abejas, así que la próxima vez que saboreais la dulce miel, o os saluda una humilde y amorosa abeja, mándale un pensamiento de gratitud y amor.

Un hombre humilde y pobre de riquezas materiales, pero rico en sabiduría y amor, vivía con su hijo en una cabaña en la montaña. La única riqueza que tenían aparte de su ropa y sus sandálias era una vaca marrón que cada mañana les daba una leche dulce y nutritiva. Una mañana cuando se despertaron vieron que la vaca se había alejado del lugar, y aunque buscaron y rebuscaron no pudieron encontrarla.
-¡Que mala suerte! exclamó el hijo del hombre sabio. El hombre contestó tranquilamente:
-No existe ni la mala ni la buena suerte. Las cosas pasan porque tiene que pasar.

Pasaron unos días, y una mañana, al despertar, el jóven encontró la vaca tranquilamente saboreando la hierba, en compañía de un jóven y bello caballo.
-¡Papá, papá, que suerte! ¡Ha vuelto la vaca, y con un caballo! El hombre sabio contestó tranquilamente:
- Me alegro de que haya vuelto, y ahora podremos montar a caballo y descubrir la montaña más allá, pero no existe la buena ni la mala suerte, las cosas pasan porque tienen que pasar.

El hombre sabio y su hijo aprendieron pronto a montar a caballo, y descubrieron juntos lugares nuevos llenos de belleza, lejos de casa donde a pie no habían llegado antes.
Un día cuando el sol ya estaba bajando para dejar el cielo para dejar paso a la luna menguante y las estrellas, el caballo se asustó, y saltó repentinamente. El hijo del hombre sabio, que en ese momento estaba subido al caballo, se cayó al suelo y se rompió un brazo. El hombre sabio le puso dos maderitas y una sábana para curar el brazo de su hijo, pero el hijo exclamó:
-Ay que mala suerte he tenido, por qué he tenido que caerme y lastimarme el brazo?
-No existe ni la buena ni la mala suerte, las cosas pasan porque tienen que pasar, contestó el hombre sabio mientras ataba la sábana blanca alrededor del brazo.

Al mismo tiempo, en la ciudad del gran emperador chino, se hablaba de la dura guerra con el país vecindario. Habían muerto muchos soldados, y necesitaban refuerzo. Querían reclutar a todos los jóvenes mayores de 15 años del territorio chino para mandarles a la guerra. Y así fue. El ejército pasaba de casa en casa y llevaba consigo todos los jóvenes, a pesar del llanto de sus madres y lágrimas de los más pequeños. Cuando llegaron a la montaña donde vivía el hombre sabio y su hijo se acercaron a la cabaña. Cuando vieron que el jóven llevaba el brazo lastimado, se dieron la vuelta y dijeron que ese brazo nunca iba a estar bien para llevar un arma.
El hijo del hombre sabio esta vez no dijo nada, sólo miró a su padre a los ojos, y por fin compredió la sabiduria de sus palabras.

jueves, 3 de junio de 2010

Danzando hacía la verdad absoluta...

La danza, la música, el arte… vaya donde vaya el ser humano, recorriendo miles y miles de años y los lugares más escondidos de la tierra, siempre lleva consigo una necesidad de crear. Crear algo nuevo, a partir de los estímulos que le llegan desde el exterior, ya sea las gotitas de agua de lluvia que caen sobre su mejilla, ya sea el latido de la Madre tierra o la llamada de un pájaro que vuela sobre su cabeza. El arte y la creatividad nace dónde nace un ser humano, nació muchos antes de nosotros poder poner palabras a nuestros pensamientos. Y ¿por qué?

¿Por qué tenemos la necesidad de pintar y transmitir nuestra visión del mundo exterior o interior? ¿Por qué cuando escuchamos una melodía o un tambor, sentimos esa necesidad de liberar el cuerpo y sentirla vibrar al ritmo de la música? Y ¿por qué cuando estamos lejos de la civilización y su tecnología, siempre hay alguien que empieza a pegar con un palo sobre una piedra y otro que deja que el aire recorra por su cuerpo para convertirse en la voz del alma a través del canto?

Quizás es la única manera para poder expresar nuestros interiores deseos o la voz del alma, ahí donde no llega el pensamiento ni la razón. Sólo en la tierra del inconciente, escondido bajo una manta de niebla que no deja atravesar al intelecto, sólo ahí podemos entrar en contacto con lo más sagrado, la vida, la creatividad, el alma…

Cada uno elige su manera de contactar con ese lugar interior y salvaje. Pero no deberíamos vivir la vida sin hacerlo. No podemos vivir desconectados de ese manantial sabio y eterno, porque entonces nunca llegaremos a conocer nuestra verdad. Porque eso es para mí el baile sobre todo, una expresión de mi verdad.

Algunos llegan al baile porque simplemente quieren salir y pasar un buen rato. Otros porque creen que el ejercicio físico les va a hacer bien. Son dos componentes muy importantes en el baile. El cuerpo disfruta entre risas y compañeras. Pero hay una parte más, que a veces no nos atrevemos a nombrar en voz alta. Sentimos la llamada de ese algo. No sabemos por qué al bailar nos sentimos más divinas, enteras, conectadas, femeninas… No entendemos qué magia tiene esta danza, pero sin pensarlo más nos dejamos llevar por su ritmo.
Yo creo que todos tenemos una historia que contar, una verdad personal que no se parece a la verdad de ninguna otra persona. Todos hemos vivido cosas distintos, y hemos creado formas de pensar y patrones según lo bueno y malo que nos haya pasado y afectado. Pero en nuestro interior está la verdad absoluta, la razón por la que estamos hoy aquí, y su única forma de expresarse es usando ese lenguaje que no habla el intelecto ni el pensamiento racional. Sólo a través del baile, la música, la pintura, la escritura… o cualquier manifestación artística, podemos reafirmar lo que sentimos, pensamos y somos en nuestro interior, y sólo así podemos conocer y expresar nuestra verdad y nuestra historia personal que se encuentra cristalizado entre nuestras células.
Os invito a compartir mi danza, para así poder recuperar el vuestro y traer al mundo la sabia verdad de vuestros corazones.

martes, 18 de mayo de 2010

Ser mamá...

Ser mamá es tener la alfombra llena de plastilina. Es fregar una y otra vez las huellas de barro que vuelven a aparecer desde el jardín hasta el baño. Es seguir un poquito más cuando sientes que gastaste las últimas fuerzas hace mucho rato. Es contar hasta diez cuando unos pies descalzos saltan encima de la ropa recién doblada… Pero ser mamá es también despertarse por la mañana sintiendo esa bolita calentita con rizos despeinados buscar la teta con un gruñido, recibir un millón de besos en tu mejilla, simplemente porque eres la mejor mamá del mundo. Es disfrutar de la sonrisa más bonita que existe mientras bailáis locamente, saltando y girando, un jueves por la tarde. Es recibir ese abrazo dulce envuelto en un “te quiero mamá” cuando la calma vuelve por la noche. Es acostarse cada noche sabiendo que mañana, pase lo que pase, tendrás otro día lleno de amor y sentido. Es sentir que nada en el mundo importa, todo está bien, mientras esas suaves y gorditas manitas te busquen y te pidan que te sientas con él para terminar el puzzle. Es sentir que el amor se ha materializado y nacido en tu vida, es saber que el sentido de la vida está justo aquí, en tus brazos. Es sentir que no existe ningún ayer ni mañana, simplemente este momento con este cuerpecito tan lleno de vida y amor saltando, corriendo, gateando delante de ti… ser mamá es amar eternamente sin límites, ver la perfección con todas sus imperfecciones. Es agarrar fuertemente, pero saber soltar cuando sea necesario. A pesar del dolor, es saber cuando esos pasos temblorosos puedan llevarle hasta su destino sin tu ayuda, cuando ya te toca sentarte y contemplar como se aleja, esperando para recibirle con los brazos abiertos cuando vuelva. Es aceptar y seguir queriendo.
Ser mamá es todo esto y mucho más. Es intentar enseñarle tus valores y tu moral, para luego aceptar que elija lo contrario. Ser mamá es verle coger su ropa favorita de la cesta de ropa sucia, y no dar importancia a cosas que no lo tengan… es mirarle llena de orgullo cuando se viste sólo, con un calcetín de cada color y botas de agua en pleno verano. Y decirle lo bien que lo está haciendo, lo mucho que le quieres y lo increíblemente hermoso y perfecto que es. Ser mamá es ver a su hijo como un cuadro, donde no quieres añadir ni quitar nada, simplemente ver como se van mezclando los colores a su manera tan particular.

Hay miles de formas de ser mamá, pero en realidad sólo una, y es amar eternamente y sin límites.

Tengo la suerte de ser la mamá del niño más despeinado del mundo. No suele llevar zapatos, y la ropa que lleva está siempre llena de manchas. No entiende de códigos sociales, ni por qué hay que estar sentada en una mesa, si se puede estar debajo… Vayamos a donde vayamos le suelo encontrar boca arriba en el suelo, contemplando el mundo desde otra perspectiva. Orgullosa veo que diga lo que diga, tiene su propio criterio y voluntad, y hace lo que quiere. Es fuerte, creativo, alegre y libre. Con amor de madre le contemplo y veo su perfección como si fuera una obra de arte. Tan diferente a mí, pero sé que sólo aceptando eso consigo darle la libertad que necesita para crecer.

Gracias Adahy por todos estos momentos tan intensos y dulces, pero sobretodo por enseñarme a querer de esta forma tan loca y convertirme en mamá, lo más bonito y gratificante que existe.

Cuando las lágrimas reprimidas se convierten en enfado


Eran las seis de la mañana. No sabía que sueño me había despertado, pero ahí estaba, como si un rayo me hubiera iluminado con su luz. En mi cabeza sólo daba vueltas una verdad, una frase que se repetía una y otra vez. Adahy no llora cuando se pone triste, se enfada. Ay, de repente ví como me chocaba con mi propia sombra, y como al no darme cuenta lo proyectaba a mi hijo y no le dejaba libre. Yo tampoco lloraba, yo me enfadaba. Últimamente no mucho, porque en general me sentía bien y feliz, pero siempre un par de veces por semana me enfadaba… cuando en el fondo quizás me sentía sola, desbordada o simplemente triste. Una mujer necesita llorar a menudo, liberar sus tensiones, conectar con sus sentimientos. Un niño de tres años también. Pero había adoptado una forma de retener, de enfriar mis sentimientos, esconderlos y no sentirlos, convertirlos en enfado. Cuando te sientes desamparado y frágil piensas que el enfado te puede proteger, alejar y defenderte del enemigo. Pero lo único que consigues es desconectar con tus verdaderos sentimientos y crear tensiones que luego se manifiestan como enfermedades. Y ahora mi hijo había adoptado mi forma de enfrentarse con los suyos. Pensaba en mi madre, que según recuerdo, se enfadaba a menudo. No demostraba su tristeza, no lloraba con lágrimas suaves y mirada dulce que buscaba un poco de apoyo o empatía. Se enfadaba hasta el punto de llorar de ira, y luego se volvía a cerrar bajo una sonrisa plácida y fría. Yo hacía lo mismo. Y ahora mi hijo… de repente la habitación oscura me parecía ahogarme, pero ¿qué estaba haciendo? ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Me había preocupado su enfado alguna que otra vez, pero simplemente le había clasificado como un niño muy sensible. ¿Cómo podría romper este ciclo antes de que fuera demasiado tarde, y enseñarle a sentir y aceptar sus verdaderos sentimientos? Casi tuve que empezar a reír de la simplicidad del asunto y mi propia ceguera. Claro, el primer paso siempre sería aprender yo misma a sentir y aceptar mis propios sentimientos. Necesitaba llorar. Necesitaba urgentemente llorar, por mi propio bienestar y salud.

Y nada más formular el pensamiento sentí ese nudo tan familiar en la garganta y empezaron a caer las lágrimas. Por fin lloré, después de tantos meses reteniendo. Lloré por la separación de mi pareja hace medio año (que todavía no me había permitido soltar ni una sola lágrima), lloré porque esa noche mi hijo se había quedado con su padre y me permití sentir lo mucho que le echaba de menos. Lloré porque mis padres se marchaban a Finlandia en un par de días, y les iba a echar tanto de menos. Lloré porque a veces me sentía sola, porque las cosas no siempre salían como yo hubiera querido, porque estaba preocupada, por todas las cosas que pasaron el verano pasado y porque mis hermanos se encontraban tan lejos. Lloré porque echaba de menos a la casa donde vivíamos antes de la separación, y aunque aquí estaba tan a gusto y contenta, lloré por no poder ver desde aquí los amaneceres tan sublimes y hermosos sobre el mar. Lloré porque simplemente había un granito de tristeza dentro de mí, que necesitaba salir.
Cuando el nudo en la garganta se había resulto dejé secarse las lágrimas en la mejilla, con una sonrisa relajada en mi cara.

Con las lágrimas los mocos empezaron a caer también, por fin, porque llevaba más de un mes con la nariz tapada sin ni siquiera poder sonarme. Una amiga y psicóloga me había recordado hace unas semanas que los mocos eran lágrimas, y cuando tenías muchos mocos era que en realidad necesitabas llorar por algo. En ese momento pensé en mis mocos que no salían, que se quedaban como una piedra dura dentro de mí hasta el punto de despertarme por la noche con la sensación de ahogarme. Por primera vez en tanto tiempo respiré sin dificultad por la nariz.

Me sentí liberada y en paz. Ahora podría con sinceridad y empatía ayudarle a mi hijo a llorar cuando estaba triste. Si me liberaba yo, él también se iba a liberar.
Daba las gracias por haberme dado cuenta, tarde pero aún a tiempo, y veía como el sol empezaba a mandar su luz a través de la cortina. Eran las seis y media de la mañana, me levanté y decidí dar un paseo con el perro hasta la colina de enfrente. Desde ahí no podría ver los mismos amaneceres que desde la otra casa en la playa, pero podría disfrutar de otra.

Alguna que otra lágrima se seguía escapando mientras caminaba, y se mezclaba con mi sonrisa liberada. El canto de los pájaros, el olor a romero y campo, la siluetas aún oscuras de los árboles y las montañas sobre un fondo lleno de luz amarilla y púrpura… fue un regalo temprano, una recompensa del universo por haber dado este paso tan importante en mi camino.

miércoles, 5 de mayo de 2010



Clases regulares de Danza del Vientre en Churriana
en el Gimnasio Ánimo, c/ San Humberto nr 8


Grupo de iniciación-intermedio
Horario: Martes 20:00-21:00
Precio: 25€/mes

Descubre tu lado sensual, creativo y femenino a través del milenario arte de la Danza del Vientre. Trabajamos los pasos básicos, la postura, combinaciones simples y elementos como velo, bastón, velas, doble velo... Aprenderás la técnica necesaria, pero también conocerás el lado creativo del baile, y conectarás con tu energía femenina entre alegría y risas. Trabajamos la improvisación en cada clase, para hacer florar la creatividad y dejar que el baile sea la expresión de nuestro alma.
tlf. 607 622 058

Formación de Doula- Seminario II

Hay veces cuando sientes que estás en armonía con lo que deberías estar haciendo. Que te encuentras en el lugar y el momento adecuado, no deseas nada más ni distinto y toda tu energía se centra en este mismo instante. Toda nuestra vida debería ser así, pero vivimos corriendo, saltándonos el presente y con la energía del pasado o los miedos de mañana.

El primer seminario hizo florar muchos emociones y sentimientos desconocidos o bien escondidos, y tras un éxtasis que duró varios días me encontré con mi sombra más oscura. Hay que hacer limpieza en mi interior, sacar todos los viejos trapos, lavarlos, purificarlos y quitar el polvo de todo el amor y magia que crece en cada uno de nosotras. Mi camino se cruzó con ese cambio en mi vida que tanto anhelaba pero evitaba, por miedo a lo desconocido y a vivir plenamente en el presente. Los cambios asustan y duelen, vivir en el presente también. Hasta que aprendemos que no tenemos nada que perder, sólo podemos crecer.

Cuando entré por la puerta de Recrea para realizar el segundo seminario, sentí que estaba en el lugar correcto, y que en ese momento no podría estar en ningún otro lugar. Me convertí en uno con el entorno y el momento, formaba parte de un todo más grande. Nos esperaba Susana Olalla, doula y organizadora de la formación, con su sonrisa de siempre, que en cualquier momento se convierte en un regaño amoroso entre madre e hija. Porque se ha convertido en una madre-doula para nuestro nacimiento a la nueva sabiduría. Nos da a luz a todas, sacando de nuestro interior la verdad sobre las mujeres y la naturaleza, el amor y la vida.
Y nos esperaba Verónica, una mujer impulsiva, cariñosa, llena de energía, y tan conectada con su fuente. Pero su fuente no es un manantial silencioso de dónde surgen las ideas suavemente, es una cascada de ideas y energías que van y vuelven. Igual está riéndose a carcajadas, bailando con fuerza y sentimiento, o quieta buscando en su interior esa palabra o idea que se perdió entre la multitud. Verónica fue un regalo de nuestra madre-doula Susana Olalla, que nos quería hacer pasar por este crecimiento a través de la música y los ritmos, para conocernos y nuestro cuerpo, porque sólo así estaremos listas para conectar a otras mujeres con sus cuerpos.

Verónica nos habló de los cambios de los ritmos. Del ritmo penetrante que se convierte en éxtasis o caos, cuando ya llega al colmo. Y luego la alegría espontánea antes de la calma. Nos enseñaba el ciclo de los ritmos, y que en realidad todo en nuestras vidas sigue los mismos ciclos. Un parto, un acto sexual, el nacimiento de una idea o cuando realizamos algún sueño... Todos son procesos cíclicos que pasa por las distintas fases con sus ritmos. Experimentamos el ciclo de los ritmos bailando y dejando el alma en cada movimiento o latido de la música. Sudamos, reímos, lloramos, bailamos... conectadas con un algo más grande que nos guiaba y nos unía donde la piel nos separaba.
Revivimos la evolución de la tierra, tumbadas en el suelo convertidas en una partícula movida por las olas del mar. Luego nació el movimiento espontáneo, los reptiles, los animales en cuatro patas, para luego convertirnos en mujeres. Mujeres que aún con los ojos cerrados y sin saber quién estaba a su lado, formaban abrazos y conexiones entre los participantes, todos nacidos espontáneamente y como desde una mente colectiva.

El día siguiente nos esperaba la pediatra Neonatóloga y homeóptat Mónica Delgado. Una mujer dulce, llena de sabiduría y palabras que nos hicieron llorar más de una vez, emocionadas por el gran amor que nos hizo ver en cada rincón de nuestro corazón.

Nos habló de la concepción y la fecundación, la gestación y el parto. Y aquí el gran protagonista era el bebé todavía sin nacer, lo que percibía y sentía ahí dentro del cobijo del vientre de mamá.
Las palabras que más me llegaron, y creo que lo comparto con muchas de las que estaban, fueron: "Si estás aquí, es que en algún momento tu madre te dijo SI". Es la verdad más grande, más simple, pero a veces tan difícil de entender. No hay niños no deseados. Para la implantación, en algún momento, la madre, o el cuerpo de la madre que es una manifestación de sus pensamientos, le dijo SI a ese bebé, si no, no hubiera tenido lugar esa implantación. Quizás la sombra de la madre es demasiado oscuro y pesada, quizás su mente está encerrado en las pautas del miedo o de la cultura civilizada, pero su cuerpo en algún momento deseó a ese niño y le hizo cobijar en su regazo. Y es sólo el amor más grande que deja a un ser desconocido y extraño crecer y desarrollarse dentro de sí.
Mónica también nos hizo recordar nuestra propia fecundación, la unión de una parte de la madre con una del padre, el valor que significa haber hecho ese largo viaje hasta el óvulo y luego las trompas, sin libros de guías ni aprobación desde el exterior. Cuando nos sentimos pequeños y no capaces, recordar esto nos llena de fuerzas para seguir luchando con amor. Ya no estamos en el cuerpo físico de nuestra mamá, estamos en el cuerpo de la gran mamá, el universo. No necesitamos guías ni aprobación del exterior, el mismo amor y ilusión que nos guiaba entonces nos puede guiar ahora.

Mónica nos enseño también otra forma de ver la fecundación. No se trata del conocido "ganador", o el esperma que llegó antes. Parece haber unas cuántas "favoritas", candidatos para el óvulo. Los demás espermas les ayudan a avanzar, y no luchan entre ellos. Luego el óvulo abre las puertas a uno de ello, o a dos o tres en caso de gemelos y trillizos... Reemplaza la antigua visión sobre la lucha, la conquista y competencia, por una lleno de amor.


El domingo, tercer y último día, nos esperaba ser revelado el secreto del suelo pélvico, esa gran amiga misteriosa de la mujer. Está en cada fase de la vida sexual de la mujer, en su día a día, desde el principio hasta el fin, pero apenas le conocemos y no le cuidamos como deberíamos. No solemos reconocer que existe, hasta que tenemos algún problema que nos fuerce a prestarle atención.
Francine Chevalier García, especialista en Fisioterapia obstétrica, ginecología y acuaterapia, nos reveló la anatomía del suelo pélvico y los ejercicios para fortalecerlo. A mi me quedó una duda entre ejercicios y ejercicios y he dado mil vueltas a ella para intentar contestarla. Si es una parte de nuestro cuerpo que no vemos, que no notamos normalmente, por qué hay que cuidarla? Qué diferencia hay entre los músculos que nos dilatan la pupila, el diafragma que nos permite respirar, y un suelo pélvico? Por qué este músculo necesita cuidados, cuando otros músculos en nuestro interior no lo necesitan? Quizás la respuesta es más fácil de lo que jamás llegué a pensar. Nosotros aprendemos desde pequeñas a maltratarla, no cuidarla y devastarla hasta el punto en que necesita nuestros cuidados para poder funcionar normal. Quizás es otro bagaje más de nuestra cultura, donde la sexualidad es reprimida o tabú, no se conoce de su verdadero forma. El cuerpo de la mujer es maltratada y no respetada, sus funciones más básicas cuestionadas y criticadas. Ese suelo pélvico no aguanta sólo el peso de un bebé que crece en el vientre de mamá, los tesoros de energía femenina de la mujer, las semillas de su vida creatividad. Aguanta también los insultos y la incomprensión de la cultura, los malos tratos de la mujer y su sexualidad, la inconexión que vive la mujer con su propio cuerpo.. Quizás la epidemia de incontinencia y suelos pélvicos sin fuerzas es simplemente una manifestación de todo lo que está pasando a la naturaleza femenina en nuestra cultura. Francine nos contó como en otras culturas en vez de usar compresas y tampones cuando una mujer menstruaba, solían retener la sangre dentro de la vagina con los músculos del suelo pélvico.

Después de este seminario salimos todas un poco más conectadas, esteras, femeninas… Gracias a todas las maravillosas mujeres que me acompañaron una vez más.

lunes, 19 de abril de 2010

Estrellita

Estrellita, ¿por quién brillas una noche tan silenciosa como esta? Los humanos están tan ocupados con sus deberes y fiestas, para no hablar de los que ya están lejos de aquí en sueño, y no te ven. ¿Habrá alguien que se pare en la terraza para contemplarte, desearte suerte en tu largo viaje, o pedirte un deseo? ¿Habrá alguien que se maravilla por tu fuerza de hacer llegar tu luz desde tan lejos? Y ¿por qué lo sigues haciendo? Si nadie te ve, ni te hace caso, ni te echaría de menos si no estuvieras entre los billones de otras estrellas, ¿qué amor infinito te llena para seguir mandándonos tu luz?

Lluvia de abril

Llueve. El camino de tierra se ha convertido en un río de barro, y con cada trueno tiemblan las paredes finos de madera. Es una lluvia de primavera, renueva, moja y nos invita a escondernos en el cobijo de nuestras casas y pensamientos. Abro la puerta y contemplo las gotas que caen en la terraza y veo el relámpago. 1..2..3…4…..7 segundos hasta que aparece el trueno. La tormenta se está alejando, hace unos momentos sólo podía contar dos segundos.

La lluvia me relaja, hace que las tensiones de mi cuerpo desaparecen, los nudos se deshacen y mi mente puede explorar libremente en el vacío que queda. No necesito moverme, no necesito bailar, porque siento que el mundo se mueve por mí, las gotitas que caen están llenas de energía que no cesa. Mi vida, tan lleno de movimiento encuentra la paz, y mi cuerpo puede estar quieto, simplemente contemplando.
Recuerdo cuando era pequeña, en la casita de campo en Finlandia dónde me crié, las tormentas y lluvias de otoño solían ser fuertes y frecuentes. Me sentaba en la terraza, contemplando las velas que bailaban en el viento húmedo que entraba por las grietas en la pared. A veces me escondía del mundo en el bosque, o debajo de un barco sacado del agua, para poder sentir sobre mi piel la energía que bailaba con las gotas de agua, el pelo que se ponía de punta con los trueno, y la humedad del césped que hacía que mi cuerpo temblara de frío. Otras veces salía desnuda, y bailaba un baile quieto entre gota y gota, dejando que el olor a tierra mojada inundara mis sentidos. Y me sentía tan conectada, con la madre naturaleza, la tierra, el universo…

Mi padre siempre me contaba, que el día cuando nací, había una tormenta que encerraba a mi padre con mis dos hermanos en la casa de campo mientras mi madre paría en el hospital. Sin electricidad, tenían miedo de que pasara algo, incomunicados, no podían acompañarme en mi nacimiento a este mundo. Me contaba que era Dios quién estaba tan enfadado porque no quería despegarse de mí, y por eso provocaba esos fuertes truenos y la lluvia. Luego entendí, que no había ningún Dios enfadado, que la decisión de entrar en el vientre de mamá lo había tomado mucho tiempo antes, con la bendición de todas las fuerzas y poderes. Pero el cuento de mi padre me hacía sentirme especial, querida, y aliada con esa energía liberada durante las tormentas.

Hoy, siento que la lluvia baila para mi otra vez. Me renueva, me llena de energía, limpia el mundo a mi alrededor. Y me inunda con lo que tanto busco en mi vida, la quietud. Permite a mi cuerpo, por unas horas, estar quieta, sin necesidad de correr, buscar, bailar, explorar…

Dentro de poco la lluvia cesará y el mundo se queda quieto, con sólo unos los pájaros volando y una suave brisa que mueve las ramas fuera de la ventana. Los coches vuelven a arrancar para devolver sus dueños a la vida social, el movimiento empieza. Necesitamos equilibrar esa paz exterior con movimiento, y no paramos de correr, crear, saltar… salimos de nuestro cobijo y volvemos a vivir. El sonido de las gotas de lluvia contra el tejado dejará sitio para el martillo del vecino, el canto del pájaro, los gritos, los coches, una risa…

Pero mientras dure la lluvia me quedaré aquí contemplando, soñando, en silencio y quietud, llenándome de paz para cuando los primeros rayos de sol entren por la ventana y me inviten a bailar.

lunes, 22 de marzo de 2010

Cuando abrimos las puertas a la creatividad...

…descubrimos un chorro de ideas y inspiración que invade cada rincón de nuestras vidas.

Cuando tengo que preparar una coreografía o una canción para bailar, pongo la música, me empiezo a mover por la casa. Me preparo un té, doy un saltito con la música, ahí hay un cambio, un acento, una flauta.. Empiezo a bailar, cojo un velo, empiezo a dar vueltas. No bailo sólo la canción que necesito preparar, bailo la siguiente, y la otra y la otra… No puedo parar, todas me parecen igual de bellas y mi cuerpo se mueve solo. Vuelvo a la primera canción. Sólo necesito escuchar a mí cuerpo, ver lo que sale. Ya he abierto las puertas a la creatividad, y entonces sólo tengo que anotar, escuchar y confiar en que lo que sale es lo mejor que hay en mí. Y luego me acuesto, es tarde. Pero no encuentro la paz y me vuelvo a levantar. En mi mente giran textos, palabras que tengo que anotar, una canción para la clase de inglés de mañana, un ejercicio para mis alumnas de baile…

El día siguiente tenemos una fiesta de disfraz. Dos horas antes me acuerdo, no he preparado nada. No pasa nada, abro el armario, saco una falda, busco una flor… No pienso, no razono, simplemente sigo la creatividad hasta dónde me lleva, paso por paso. Y termino vestida de cabeza hasta los pies, pintada y decorada mejor que nunca.

Todos podemos abrir esas puertas, y nos sorprenderá el manantial de creatividad que encontramos. ¿De verdad sé hacer todo eso? ¿Esa idea fue mía? ¿De verdad he inventado yo esto?

Mi cuerpo conoce el idioma del baile, y entonces es mi mejor manera de abrir esas puertas. Pero cualquier cosa vale. Escribir, cantar, pintar, pasear por el bosque… Lo que nos llene y nos inspire. Una vez con las puertas abiertas podemos usar la energía para lo que queramos. Normalmente no tenemos ni que preguntar, la creatividad se ocupa de todo aquello en nuestras vidas que necesita arreglo. Me viene la idea de qué comprarle para mi padre para su cumple, sueño con las palabras que necesito decirle a mi amiga que está triste.

Luego sólo tenemos que aprender a cerrar las puertas. No del todo, pero dejándolos abiertos sólo una mijilla, para que la mente pueda descansar. Después de una jornada de trabajo creativo necesito un momento de meditación, una clase de yoga, una taza de té contemplando la nada. Y el día siguiente, cuando he recuperado fuerzas, sé cómo volver a abrirlos y el mundo mágico vuelve a ser mío.