Mostrando entradas con la etiqueta Mujer Consciente. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Mujer Consciente. Mostrar todas las entradas
viernes, 28 de octubre de 2016
Que la danza nos una
Que la danza nos una. Que la danza nos acerque a las demás mujeres danzantes, tejiendo una red de hermandad y confianza que nos acoja a todas. La danza, la maternidad, los círculos... Hemos crecido en un mundo donde nos enseñaron que las mujeres entre ellas se llevan mal, hay rivalidad y cuando hay tres amigas sobra una. Nos han contado que es más fácil relacionarse con chicos, no se pelean como "gatos" ni se meten en dramas inventadas. Nos han contado muchas cosas sobre las mujeres y la feminidad, pero ya te habrás dado cuenta de que no es verdad. Pues, sigamos entonces creando el mundo que queremos, por y para nosotras y nuestras hijas.
Las mujeres nos necesitamos (las mujeres necesitan a los hombre, los hombres a los hombres, los hombres a las mujeres... etc pero aquí hablamos de mujer a mujer). Nos necesitamos sanas y apoyándonos mutuamente. Necesitamos compartir nuestros tesoros escondidos, nuestra sabiduría ancestral, menstruar juntas, criar juntas... Porque la evolución nos diseñó a sí. Una manada que necesita a la otra para sobrevivir. Una manada, donde las mujeres se mantienen juntas, sosteniéndose mutuamente en sus tareas, danzando, criando, amando...
Tenía más de 20 años cuando descubrí que lo que me habían contado de las mujeres no era verdad. Tenía más de 20 años cuando descubrí que lo que yo pensaba que era verdad para las demás, y entonces para mí también, no era así. No tenía por qué ser nadie que luchaba contra la otra, intentando ser mejor, más bella, mejor bailarina, mejor novia, mejor estudiante, mejor trabajadora. O ganabas o perdías. O te escogían, o escogían a la otra más bella o simpática. Pero no. Podía ser simplemente un hilo más en esta red universal, donde todas somos parte de un todo, donde cada una de nosotras somos importantes para que la red aguante. No soy mejor que tu, ni tu que yo ni la vecina. Somos diferentes. Únicas. Igual de importantes. Y si nos encontramos en el camino de la vida, es porque podemos aprender algo de la otra, compartir algo, crear algo juntas.
Cuéntaselo a tu hija. No vayamos a seguir transmitiendo el cuento de la princesa bella y aislada en una torre, que espera al príncipe para hacerse completa. La que tiene que sobresalir por encima de las demás para poder brillar, para que el principie la reconozca. Ese cuento ya no nos sirve. Cuéntale a tu hija el cuento de las mujeres que bailan juntas en el claro de la luna. Acompañadas y seguras. Compartiendo penas y alegrías. Celebrando la vida y la felicidad ajena. Unidas.
Y sobretodo: únete a las demás mujeres. Baila con ellas. Busca un círculo de mujeres, unas puertas abiertas, una comunidad. Porque seguro que tienes mucho que enseñarles, y ellas a ti. Pero sobretodo por compartir y celebrar la vida. Sonríe a la dependienta con ojos de cansada, aunque ella apenas te mira. Sonríe a la madre con el bebé en brazo que no para de llorar. No la juzgues por sus decisiones o estilo de vida. Busca en ella lo que os hace iguales, lo que compartís. Lo que se esconde debajo de nuestros disfraces y posturas, La Mujer.
Recuerda, que quizás lo único que necesitas un día desastroso es una sonrisa de una mujer desconocida, una sonrisa de complicidad y hermandad. Una sonrisa de alguien que sabe ver más allá de tu acto y tu piel, sin juicios.
martes, 19 de abril de 2016
Reflexiones sobre el uso de tacones
Hay muchas mujeres a quienes les encanta llevar tacón a pesar de reconocer dolor y incomodidad. Algunas ya conocen los problemas asociados al uso prolongado del tacón, como dolores a nivel lumbar, cambios artrósicos en la rodilla, alteración de postura, acortamiento de tendones y otros problemas, algunas irreversibles, tanto en el pie como en otras partes del cuerpo. Y aún así, siguen usándolo. Algunas a diario. Otras se limitan a fiestas y bodas. Parece casi inaceptable no vestir de tacón en ciertos acontecimientos. Respecto a esta entrada, cada una es libre de llevar lo que quieran, y esto no va a ser un manifiesto en contra del tacón. Ni siquiera hablar de los problemas asociados a ello (para ello ya hay artículos muy interesantes como por ejemplo este) si no a mí me interesa ahora mismo el fenómeno social que hay detrás. ¿Por qué decide una mujer llevar tacón a pesar de las incuestionables molestias y dolores que provoca? ¿Por qué? ¿Qué te hace el tacón para querer usarla a pesar de todo? ¿Qué cánones de belleza absurdas hemos asumido sin cuestionar ni reflexionar?
El zapato de tacón se ha convertido en una herramienta de poder en nuestra sociedad jerárquico y patriarcal.
Poderío, fuerza, atractivo físico. Estilizan y realzan la belleza de las piernas, dicen. Sexualidad y sensualidad. Estatus y valía. Parecen darnos la llave para ser alguien en este mundo social, ser útil, inteligente, válida. ¿Cómo llegó a representar todo eso?
Los orígenes del zapato del tacón es muy distinta. Ya en el antiguo Egipto
domingo, 17 de abril de 2016
A veces me cuesta encontrar mi voz
tu compañera, tu amada.
Pero fui violada, asesinada, destruida y temida.
Fui la ofrenda para los dioses de la cosecha,
la esclava de mi amo,
el juguete del rico.
Mi deber fue dar placer,
recibir al guerreo hambriento con mi cuerpo
nutrirle con mi sangre y alma mutilada
Mi cuerpo no fue nunca mío,
sólo el lugar del alma pecadora de mujer
Me hiciste culpable de los males de la tierra
me nombraste la pecadora, la bruja, la sin nombre
me quemaste viva,
me tiraste la primera piedra con el corazón de hierro
miércoles, 3 de febrero de 2016
La normalización de un suelo pélvico flojo
Lo normal es que hasta que no te quedes embarazada, nadie te habla de tu suelo pélvico. Quizás habrás visto las compresas para incontinencia adulta, o escuchado a tu madre o abuela quejarse casi a escondidas, pero piensas que eso es algo inevitable de la vejez. Como la demencia. O la decadencia del cuerpo. Y es totalmente normal que nuestros cuerpos (y mentes) sufren una decadencia grave conforme pasan los años. Por el desgaste. Por no tener tiempo de recuperarse, por falta de la alimentación correcta, por falta de ejercicio adecuado. Quizás por falta de alegrías y por exceso de tristezas, estrés y la vida a un ritmo demasiado acelerado. Pero quizás no tiene por qué ser así. Quizás enfermedad y cansancio no tiene por qué ser sinónimo de haber vivido más años.
Igual que embarazo, posparto o mujer madura no tiene por qué ser sinónimo de incontinencia urinaria o un suelo pélvico más flojo.
Pero qué pasa, cuando nos quedamos embarazadas y el cuerpo tiene que soportar todos esos kilos extras, si desde un principio tenemos un suelo pélvico flojo, ignorado y que lleva años soportando malas posturas y poco o nada de fortalecimiento? Entonces la incontinencia urinario es totalmente normal y comprensible. Pero no inevitable. Lo normal no debería ser
jueves, 10 de abril de 2014
Re-evolución de la Mujer
Revolución. No una revolución con lanzas y espadas,
sino una re-evolución. Re-aprender lo que somos, nuestros cuerpos y almas. Está
por todas partes: blogs, páginas de facebook, columnistas reinventando lo
femenino… Si lees esto, es porque también formas parte de ella, la re-evolución.
Tenemos que volver a evolucionar. Nuestro cuerpo casi ha olvidado como ser en
el mundo. Cómo parir, como andar, como menstruar. Un camino tambaleante: dos
pasos hacia delante y uno hacía atrás. Un camino para volver a encontrarnos y
recordar lo que significa ser mujer. Porque, a pesar de lo que nos venden, no es amar a los vestidos y los tacones,
maquillarse y tomar píldoras para regular las hormonas y tampones para esconder
nuestro sangrado. Ni se limita a ser (o no ser) mamá, ser trabajadora, tener
pechos, ovarios… no es ser la chica del anuncio de tampones que te promete que
te olvidarás por completo que tienes “esos días”. Parece que la sociedad quiere
que te olvides de quién eres, para sonreír y bailar en el escaparate. Para los
demás. Aprendemos desde pequeñas a convertirnos en maniquíes sin rostro e
identidad. Sin sagrado, sin lágrimas, sin sonrisas auténticas que resuenan en
tu interior. No hay nada malo con arreglarse, maquillarse y amar los vestidos.
Yo también lo hago. Pero lo hago por mi misma. Para honrar mi naturaleza, mi
ser. Cuando sangro, observo la belleza de mi sangre rubí, la huelo, pinto con
ella, la festejo. Porque no es el único, pero si es uno de los caminos
principales hacía mi revolución. Mi re-evolución a ser mujer.
¿Por dónde empezar? Conecta con tu ciclo menstrual,
apunta las emociones y cambios en ti. Respeta tu cuerpo. Cambia las compresas
desechables y los tampones para poder oler y sentir tu sangre al mismo tiempo
que te cuidas. Compresas de tela, mooncup, sangrado libre... busca tu
alternativa. Recolecta tu sangre, huélela, tócala. Pinta un pequeño dibujo en
tu agenda con ella. La sangre menstrual no tiene un poder mágico, pero
respetarse y conectar con uno mismo es la magia más grande que existe. Te
transformará. Prepara un altar para siempre tener un trocito de tu esencia
presente, riega una planta con tu sangre y observa la fuerza con que empieza a
crecer. Siéntete, ámate. Actos simples pero poderosos. Volveremos a
re-evolucionar. Y con nosotras la sociedad. Porque la sociedad somos cada una
de nosotras. Tu y yo también. Así de simple. Punto y seguido.
jueves, 16 de enero de 2014
Sexualidad femenina
En el colegio nadie me explicó que la sexualidad femenina era distinta a la de los hombres. En realidad no sé habló de la sexualidad. El profesor sacó tartamudeando un plátano y un condón del maletín, nos enseñó como ponerlo y luego empezó a hablar de óvulos y sangre. Nadie se atrevía a mirar a nadie, y más de uno tiñó sus mejillas de rojo tomate. En el colegio no nos aclararon nada, y lo que necesitábamos saber (creíamos) ya lo habíamos aprendido de MTV, las revistas de moda y lo que nos contaban las demás. Pero en ningún momento se nos habló de la sexualidad desde una perspectiva femenina, que no fuera "cuidado que te puedes quedar preñada y entonces lo has jodido". Más bien se nos transmitió quizás inconscientemente que en el fondo las mujeres ni desean ni necesitan sexo. Y los hombres si, a todas horas, como sea y con quién sea. ¡Cuánto daño no se ha hecho ya a la sexualidad tanto femenina como masculina.. ya es hora de que cambie! Así que uno mi voz a tantas otras que escriben sobre lo mismo: sexo. Con el fin de que nos quitemos las ideas rígidas y anticuadas de lo que es la sexualidad. Quitar los tabúes y hablar abiertamente no es suficiente, porque eso ya lo hemos hecho durante años. Seguimos hablando de sexo desde una perspectiva masculina, o como si estuviéramos ovulando 30 días al mes. Cómo si el deseo del coito y el orgasmo fuera lo único importante. Es tan sólo una faceta, una milésima parte de lo que es la sexualidad femenina.
Nuestro ciclo sexual es mucho más que eso. Se va transformando a lo largo del mes, a lo largo de los años, dependiendo de la etapa de la mujer. Los orgasmos dependen del ciclo menstrual, la intensidad, la forma, la altura... el deseo, y el objeto de deseo igual.
Mi ciclo sexual
Ovulación
Quizás es la faceta de la sexualidad femenina más conocida, la que decoraba las banderas de guerra de la liberación de las mujeres. Mujeres a quienes les gusta el sexo, disfrutan y desean. Viviendo en una sociedad patriarcal como estamos, seguimos atados a un falocentrismo que asusta, donde el coito y el pene tienen el protagonismo absoluto. Cuando conseguimos deshacernos de eso, cada una en su intimidad y sus fantasías para empezar, podremos disfrutar de verdad más allá de lo que es el placer genital.
Pero en los días ante de ovular el deseo es hacía fuera, destinado hacía una cosa: el orgasmo y el disfrute corporal. El simple roce del pantalón contra mi vagina es placentero. Ver unas manos fuertes o un trocito de barriga me pone a cien en pocos segundos. Los que teneis gatos y perros veréis el parecido cuando van con la cola hacía el lado, andando hacía atrás buscando al macho... parece que gritan "¡¡aquí, aquí está el agujero!!". Bien más o menos, así busco a mi pareja, me rozo con su pierna, maullando como un gato. Todo mi ser biológico grita que ahora estoy fértil, ahora podemos poner nuestro granito de arena (o esperma) para salvar la humanidad.
Premenstrual
Pasada la ovulación el fuego interno se apacigua. Suele nacer en mi un deseo distinto, destinado a cuidar, cuidarme y a los míos. Cuidar las semillas de mi vida. Disfruto en la bañera viendo el juego de la espuma y el agua sobre mi rodilla. Siento mi cuerpo desnudo, el goce de mi misma dentro de mí. El deseo es calmado y sensual. Disfruto del suave roce del otro cuerpo, la compenetración, el convertirnos en uno.
Menstruación
Durante los días de sangrado el deseo cambia. Se transforma. No es directo ni lineal como en la ovulación, si no caótico y animal. No desea cuerpos humanos ni piel, si no olores fuertes, lobos, tierra... Son unos pechos hinchados debajo de una blusa sin sujetador, pezones rígidos, faldas anchas, tambores y sangre. No tiene forma, no tiene color. No está dirigido hacía el orgasmo ni lo necesito. (si no lo quiero usar para aliviar alguna molestia o tensión en el útero o los ovarios). Andar descalza y enterrar los pies en el barro, recolectar mi sangre y pintar algo con ella, es erótico y sensual, erótico y sexual. Más que nunca. Nace en el submundo y sale de mi garganta como el aullido de una mujer-loba. Una faceta de la sexualidad femenina tan malentendida, tan escondida, tan tabú. te sientes poderosa, fuerte, sexual. Casi destructiva. La Diosa Kali que reina sobre la muerte, hermosa y lleno de erotismo.
Parto y lactancia
Recuerdo la primera vez que vi las palabras "sexualidad" y "parto" en la misma frase. Tenía a mi bebé de pocos días amamantando en mi pecho mientras navegaba entre blogs y páginas sobre parto y crianza. Leía el párrafo una y otra vez. Ya no recuerdo quién lo había escrito, pero más o menos hablaba de que el parto era uno de los momentos más importantes del ciclo sexual femenino, el más fuerte y potente. Por qué nadie me había contado eso antes? De repente entendía por qué mi parto avanzaba tan lentamente, por qué después de haber dilatado 10 cm me llevaron al quirófano para hacerme una cesárea. Si el parto debería ser una experiencia sexual ya me había encontrado con varios problemas. Primero, que sexualmente no me conocía ni me respetaba ni disfrutaba ni... en fin, estaba tan desconectada de mi cuerpo y mi propia sexualidad como podría haber estado. (Cómo, cuando empecé a mirar a mi alrededor, la mayoría). Y segundo, si el parto debería ser una experiencia sexual... cómo creen en serio que eso podría funcionar entre médicos, matronas que entran y salen, pinchazos, miedos, luz tensa... Ahí empezó mi camino hacía mi misma, hacía mi propia sexualidad.
Descubrir los partos orgásmicos un tiempo después fue como una afirmación, claro, así es como debería ser. La sexualidad no torna alrededor de un pene. Ni los partos alrededor de un médico. Pero mientras seguimos desconectadas de nuestra sexualidad cotidiano, nuestros partos y embarazo seguirán siendo momentos incontrolables y insoportables donde necesitamos la ayuda de la medicina para poder parir. Tan sólo piensa en lo doloroso que es un coito si no estás excitada y dispuesta. El parto implica las mismas hormonas, los mismos músculos, los mismos órganos. Si no estás excitada y dispuesta, si no tensa y llena de miedos, ¿cómo no va a doler?
Luego, unos meses más tarde leí en el libro de Carlos Gonzáles "Bésame mucho" cómo el hecho de dar el pecho en algunas mujeres les llevaba al orgasmo. Sí, yo también podía percibir ese cosquilleo en mi interior (que luego, años más tarde aprendí que era mi útero que palpitaba con el chute de oxitocina que se liberaba). Algo tan tabú, parece tan perverso por el hecho de haber un bebé (TU bebé) de por medio. Pero es la naturaleza femenina, igual de aceptable y hermoso que cualquier otra cosa. Y lo más importante, es tan sólo una faceta más de la sexualidad femenina.
Igual, la sexualidad masculina no creo que pueda ser tan limitado y falocentrado como nos lo venden. Tan lineal, tan comprimido en un sólo órgano. No lo creo, y si hay algún hombre que lee esta entrada estaré encantadísima de leer su experiencia. Porque deshacernos de ideas limitadoras y anticuados es nuestro deber como mínimo, para poder transmitir la visión de una nueva sexualidad, respetuosa y sana, a nuestros hijos.
Nuestro ciclo sexual es mucho más que eso. Se va transformando a lo largo del mes, a lo largo de los años, dependiendo de la etapa de la mujer. Los orgasmos dependen del ciclo menstrual, la intensidad, la forma, la altura... el deseo, y el objeto de deseo igual.
Mi ciclo sexual
Ovulación
Quizás es la faceta de la sexualidad femenina más conocida, la que decoraba las banderas de guerra de la liberación de las mujeres. Mujeres a quienes les gusta el sexo, disfrutan y desean. Viviendo en una sociedad patriarcal como estamos, seguimos atados a un falocentrismo que asusta, donde el coito y el pene tienen el protagonismo absoluto. Cuando conseguimos deshacernos de eso, cada una en su intimidad y sus fantasías para empezar, podremos disfrutar de verdad más allá de lo que es el placer genital.
Pero en los días ante de ovular el deseo es hacía fuera, destinado hacía una cosa: el orgasmo y el disfrute corporal. El simple roce del pantalón contra mi vagina es placentero. Ver unas manos fuertes o un trocito de barriga me pone a cien en pocos segundos. Los que teneis gatos y perros veréis el parecido cuando van con la cola hacía el lado, andando hacía atrás buscando al macho... parece que gritan "¡¡aquí, aquí está el agujero!!". Bien más o menos, así busco a mi pareja, me rozo con su pierna, maullando como un gato. Todo mi ser biológico grita que ahora estoy fértil, ahora podemos poner nuestro granito de arena (o esperma) para salvar la humanidad.
Premenstrual
Pasada la ovulación el fuego interno se apacigua. Suele nacer en mi un deseo distinto, destinado a cuidar, cuidarme y a los míos. Cuidar las semillas de mi vida. Disfruto en la bañera viendo el juego de la espuma y el agua sobre mi rodilla. Siento mi cuerpo desnudo, el goce de mi misma dentro de mí. El deseo es calmado y sensual. Disfruto del suave roce del otro cuerpo, la compenetración, el convertirnos en uno.
Menstruación
Durante los días de sangrado el deseo cambia. Se transforma. No es directo ni lineal como en la ovulación, si no caótico y animal. No desea cuerpos humanos ni piel, si no olores fuertes, lobos, tierra... Son unos pechos hinchados debajo de una blusa sin sujetador, pezones rígidos, faldas anchas, tambores y sangre. No tiene forma, no tiene color. No está dirigido hacía el orgasmo ni lo necesito. (si no lo quiero usar para aliviar alguna molestia o tensión en el útero o los ovarios). Andar descalza y enterrar los pies en el barro, recolectar mi sangre y pintar algo con ella, es erótico y sensual, erótico y sexual. Más que nunca. Nace en el submundo y sale de mi garganta como el aullido de una mujer-loba. Una faceta de la sexualidad femenina tan malentendida, tan escondida, tan tabú. te sientes poderosa, fuerte, sexual. Casi destructiva. La Diosa Kali que reina sobre la muerte, hermosa y lleno de erotismo.
Parto y lactancia
Recuerdo la primera vez que vi las palabras "sexualidad" y "parto" en la misma frase. Tenía a mi bebé de pocos días amamantando en mi pecho mientras navegaba entre blogs y páginas sobre parto y crianza. Leía el párrafo una y otra vez. Ya no recuerdo quién lo había escrito, pero más o menos hablaba de que el parto era uno de los momentos más importantes del ciclo sexual femenino, el más fuerte y potente. Por qué nadie me había contado eso antes? De repente entendía por qué mi parto avanzaba tan lentamente, por qué después de haber dilatado 10 cm me llevaron al quirófano para hacerme una cesárea. Si el parto debería ser una experiencia sexual ya me había encontrado con varios problemas. Primero, que sexualmente no me conocía ni me respetaba ni disfrutaba ni... en fin, estaba tan desconectada de mi cuerpo y mi propia sexualidad como podría haber estado. (Cómo, cuando empecé a mirar a mi alrededor, la mayoría). Y segundo, si el parto debería ser una experiencia sexual... cómo creen en serio que eso podría funcionar entre médicos, matronas que entran y salen, pinchazos, miedos, luz tensa... Ahí empezó mi camino hacía mi misma, hacía mi propia sexualidad.
Descubrir los partos orgásmicos un tiempo después fue como una afirmación, claro, así es como debería ser. La sexualidad no torna alrededor de un pene. Ni los partos alrededor de un médico. Pero mientras seguimos desconectadas de nuestra sexualidad cotidiano, nuestros partos y embarazo seguirán siendo momentos incontrolables y insoportables donde necesitamos la ayuda de la medicina para poder parir. Tan sólo piensa en lo doloroso que es un coito si no estás excitada y dispuesta. El parto implica las mismas hormonas, los mismos músculos, los mismos órganos. Si no estás excitada y dispuesta, si no tensa y llena de miedos, ¿cómo no va a doler?
Luego, unos meses más tarde leí en el libro de Carlos Gonzáles "Bésame mucho" cómo el hecho de dar el pecho en algunas mujeres les llevaba al orgasmo. Sí, yo también podía percibir ese cosquilleo en mi interior (que luego, años más tarde aprendí que era mi útero que palpitaba con el chute de oxitocina que se liberaba). Algo tan tabú, parece tan perverso por el hecho de haber un bebé (TU bebé) de por medio. Pero es la naturaleza femenina, igual de aceptable y hermoso que cualquier otra cosa. Y lo más importante, es tan sólo una faceta más de la sexualidad femenina.
Igual, la sexualidad masculina no creo que pueda ser tan limitado y falocentrado como nos lo venden. Tan lineal, tan comprimido en un sólo órgano. No lo creo, y si hay algún hombre que lee esta entrada estaré encantadísima de leer su experiencia. Porque deshacernos de ideas limitadoras y anticuados es nuestro deber como mínimo, para poder transmitir la visión de una nueva sexualidad, respetuosa y sana, a nuestros hijos.
jueves, 12 de septiembre de 2013
Estereoptipos de la Mujer
Tacones, maquillaje, pechos voluminosos, faldas cortas, piernas depiladas... emocional, histérica, de lágrima fácil. Si deseas ser una Mujer de Verdad, hoy en día tienes que ser una emprendedora en el trabajo, pero al mismo tiempo la casa por supuesto estará limpia y los niños bien cuidados (lee: ropa limpia, educados y comidos- 5 frutas al día, bañados y en la cama antes de las 9 con los deberes hechos) y sexualmente activa con tu pareja. En fin, la mujer de hoy en día debe parecer a la mujer de la tele que anuncia las pastillas para la lavavajilla, y tener el cuerpo de la muñeca sin rostro del escaparate.
sábado, 8 de junio de 2013
Las que tenemos un hijo...
A veces me han preguntado si no desearía tener a una hija para poder transmitirle mi visión de la feminidad, enseñarle a bailar y amar su cuerpo desde pequeña.
Si alguna vez el alma de una niña/mujer quiera entrar en mi vientre, será más que bienvenida, pero ahora, siento que tengo el trabajo más importante entre mis manos criando a un varón. Porque hoy es un niño, pero mañana será un hombre. Un hombre que amará a una mujer (o varias, o a otro hombre), tratará con sus amigas y compañeras de trabajo, con sus amantes y sus hijas si los tiene.
Así que creo que, casi más importante que transmitirle una visión consciente y respetuosa de la feminidad a una niña, es transmitirselo a los niños. Para que crezcan respetando y amando a las mujeres por lo que son. Y que encuentren su lugar en el mundo como hombres, hombres de verdad llenos de amor y compasión. Para poder romper con el sistema patriarcal, no desde abajo, si no desde todos los laterales.
Mi hijo tiene ahora seis años.
Me ve desnuda a diario. Y dice que mi cuerpo es bello.
Conoce mi cuerpo como si fuera suyo. Conoce mi olor y los lunares de mi piel. Sigue tomando el pecho, aunque poquito a poco lo está dejando, y me acaricia con la mano que tiene libre mientras se llena de mí. Sabe que tengo útero, que será ahí donde crecerán sus hermanos el día que lleguen a nuestras vidas, que mi útero se puede poner tenso y entonces me duele la sangre, y que cuando bailo la masajeo y relajo a través de los movimientos de la pelvis.
A través de mi cuerpo interiorizará lo que es el cuerpo femenino.
A través de mis actos y mis palabras irá moldeando su imágen de lo que es una mujer.
No le sorprende el pelo en mi pubis ni que unos días al mes sangro. Sabe bien lo que es, que no es nada malo ni sucio, si no útil y sanador. Conoce mi ciclicidad, me respeta y me entiende. Sabe que somos distintos, y eso nos acerca.
Él no cree que hay tareas que son femeninas y otras que son de los hombres. Le parece normal que yo sea la que entiende más de coches y que mi pareja el que entienda más de cocina.
Sabe cómo nacen los hijos y cómo podemos ayudarle a la mamá para que esté relajada y disfrute.
Sabe que somos igual de valiosos, sin importar la edad, el sexo o el orígen. Yo no sé más por ser su mamá ni por ser mayor, yo le puedo contar lo que yo creo, pero sabe que lo único que vale para él es lo que siente por dentro. Y para mí, lo que yo siento en mi cuerpo.
A todas las que teneis un hijo. No so escondais. Os pido, desde lo más profundo de mi alma, que le hableis sobre vuestra menstruación, sobre lo que significa ser mujer. Sobre vuestro pechos que sienten y hablan, vuestro cuerpo que amais. Y más que hablar, enséñale vuestro mundo, vuestro interior, vuestra sangre y vuestro cuerpo. Enseñale el respeto y el amor, por todo lo que existe. Transmítele vuestra visión de la feminindad y vuestra alma de mujer. Demuéstrale con vuestros actos, que no hay nadie que valga más que otro, ni que sea más importante ni más valioso. Así le dejais la puerta abierta para ser el hombre que se merece ser.
Un infinito abrazo,
Mamá de un soñador
Si alguna vez el alma de una niña/mujer quiera entrar en mi vientre, será más que bienvenida, pero ahora, siento que tengo el trabajo más importante entre mis manos criando a un varón. Porque hoy es un niño, pero mañana será un hombre. Un hombre que amará a una mujer (o varias, o a otro hombre), tratará con sus amigas y compañeras de trabajo, con sus amantes y sus hijas si los tiene.
Así que creo que, casi más importante que transmitirle una visión consciente y respetuosa de la feminidad a una niña, es transmitirselo a los niños. Para que crezcan respetando y amando a las mujeres por lo que son. Y que encuentren su lugar en el mundo como hombres, hombres de verdad llenos de amor y compasión. Para poder romper con el sistema patriarcal, no desde abajo, si no desde todos los laterales.
Mi hijo tiene ahora seis años.
Me ve desnuda a diario. Y dice que mi cuerpo es bello.
Conoce mi cuerpo como si fuera suyo. Conoce mi olor y los lunares de mi piel. Sigue tomando el pecho, aunque poquito a poco lo está dejando, y me acaricia con la mano que tiene libre mientras se llena de mí. Sabe que tengo útero, que será ahí donde crecerán sus hermanos el día que lleguen a nuestras vidas, que mi útero se puede poner tenso y entonces me duele la sangre, y que cuando bailo la masajeo y relajo a través de los movimientos de la pelvis.
A través de mi cuerpo interiorizará lo que es el cuerpo femenino.
A través de mis actos y mis palabras irá moldeando su imágen de lo que es una mujer.
No le sorprende el pelo en mi pubis ni que unos días al mes sangro. Sabe bien lo que es, que no es nada malo ni sucio, si no útil y sanador. Conoce mi ciclicidad, me respeta y me entiende. Sabe que somos distintos, y eso nos acerca.
Él no cree que hay tareas que son femeninas y otras que son de los hombres. Le parece normal que yo sea la que entiende más de coches y que mi pareja el que entienda más de cocina.
Sabe cómo nacen los hijos y cómo podemos ayudarle a la mamá para que esté relajada y disfrute.
Sabe que somos igual de valiosos, sin importar la edad, el sexo o el orígen. Yo no sé más por ser su mamá ni por ser mayor, yo le puedo contar lo que yo creo, pero sabe que lo único que vale para él es lo que siente por dentro. Y para mí, lo que yo siento en mi cuerpo.
A todas las que teneis un hijo. No so escondais. Os pido, desde lo más profundo de mi alma, que le hableis sobre vuestra menstruación, sobre lo que significa ser mujer. Sobre vuestro pechos que sienten y hablan, vuestro cuerpo que amais. Y más que hablar, enséñale vuestro mundo, vuestro interior, vuestra sangre y vuestro cuerpo. Enseñale el respeto y el amor, por todo lo que existe. Transmítele vuestra visión de la feminindad y vuestra alma de mujer. Demuéstrale con vuestros actos, que no hay nadie que valga más que otro, ni que sea más importante ni más valioso. Así le dejais la puerta abierta para ser el hombre que se merece ser.
Un infinito abrazo,
Mamá de un soñador
lunes, 27 de mayo de 2013
Renacer Mujer
Hoy quiero hablar de la Mujer.
Porque hoy, somos las semillas de esta revolución. De nosotras crecerán árboles bellos y indestructibles. Algarrobos y robles.
Para mí los pasos más importantes y cambios necesarios para lograr la igualdad y el respeto por la mujer en su esencia empieza con el conocimiento y respeto de su ciclo sexual, desde la adolescencia con la primera menstruación hasta la menopausia, pasando por partos respetados y acompañados desde el amor, la vivencia de la maternidad sin conflictos y la lactancia que deseamos. La mujer necesita aprender a gozar de su cuerpo, no como un objeto sexual o una atracción, si no su belleza curvada, delgada, estriada, arrugada, manchada... Necesitamos volver a conocer nuestros cuerpos, encontrar nuestro útero, esa parte olvidada hasta el punto de ser casi insensible e inexistente. Nuestro autoconcepto tiene que ser de mujeres libres y capaces, autorealizadas ya sea en el trabajo o en casa.
No podemos gritar demasiado alto, escribir demasiados libros u organizar demasiados círculos de mujeres y encuentros. No hasta que esta nueva consciencia, El RECUERDO de lo que es ser mujer llegue a crecer hasta volcar la conciencia colectiva y llegue a todos los rincones del planeta.
Demasiadas veces la palabra "lucha" o "nosotras podemos igual que ellos" me descoloca cuando hablamos de los derechos de las mujeres. Para mí no tenemos que ser como nadie si no ser simplemente mujer, y respetada por lo que somos, pero demasiadas veces lo confundimos con una lucha contra el hombre por nuestros derechos. Porque la lucha no es contra nadie, es una evolución CON los hombres. Para deshacernos de antiguos pautas y cárceles patriarcales, viejos maneras de pensar que son tan interiorizados que ni somos conscientes de ellos.
Aquí, en estas páginas no habrán luchas. Sólo información y pensamientos sobre lo que para mí es la esencia de la mujer. Aquí plantaré mi semilla, para que junto con las demás semillas de la revolución de lo femenino renazcan bosques que sanen a nuestro planeta.
Un abrazo
Porque hoy, somos las semillas de esta revolución. De nosotras crecerán árboles bellos y indestructibles. Algarrobos y robles.
Para mí los pasos más importantes y cambios necesarios para lograr la igualdad y el respeto por la mujer en su esencia empieza con el conocimiento y respeto de su ciclo sexual, desde la adolescencia con la primera menstruación hasta la menopausia, pasando por partos respetados y acompañados desde el amor, la vivencia de la maternidad sin conflictos y la lactancia que deseamos. La mujer necesita aprender a gozar de su cuerpo, no como un objeto sexual o una atracción, si no su belleza curvada, delgada, estriada, arrugada, manchada... Necesitamos volver a conocer nuestros cuerpos, encontrar nuestro útero, esa parte olvidada hasta el punto de ser casi insensible e inexistente. Nuestro autoconcepto tiene que ser de mujeres libres y capaces, autorealizadas ya sea en el trabajo o en casa.
No podemos gritar demasiado alto, escribir demasiados libros u organizar demasiados círculos de mujeres y encuentros. No hasta que esta nueva consciencia, El RECUERDO de lo que es ser mujer llegue a crecer hasta volcar la conciencia colectiva y llegue a todos los rincones del planeta.
Demasiadas veces la palabra "lucha" o "nosotras podemos igual que ellos" me descoloca cuando hablamos de los derechos de las mujeres. Para mí no tenemos que ser como nadie si no ser simplemente mujer, y respetada por lo que somos, pero demasiadas veces lo confundimos con una lucha contra el hombre por nuestros derechos. Porque la lucha no es contra nadie, es una evolución CON los hombres. Para deshacernos de antiguos pautas y cárceles patriarcales, viejos maneras de pensar que son tan interiorizados que ni somos conscientes de ellos.
Aquí, en estas páginas no habrán luchas. Sólo información y pensamientos sobre lo que para mí es la esencia de la mujer. Aquí plantaré mi semilla, para que junto con las demás semillas de la revolución de lo femenino renazcan bosques que sanen a nuestro planeta.
Un abrazo
viernes, 17 de mayo de 2013
Yo soy yo, yo soy así. Así me quiero y así me quieres.
Siento mis pies enraizar en la tierra. Descalzos, perciben el barro húmedo y encuentro mi centro. Tan simple. No necesito vestidos, maquillaje o tacones para sentirme mujer. No necesito demostrarle a nadie de lo que soy capaz, de que yo también puedo, que yo también soy hermosa. Porque así, con los pies llenos de barro respiro la razón de mi ser. Quizás no es tocable por las palabras, pero está presente en cada inspiración. No necesito depilarme para encontrarme atractiva, no necesito lavarme el barro de los pies para que me recibas en tus brazos. Yo soy yo, yo soy así. Así me quiero y así me quieres. La ropa no va ser quién hable de mí. Por mi hablará mi piel, la luz en mis ojos, mi alma que mueve mi cuerpo al son de la música. Porque sólo ellos podrán contarte quién soy, cuáles son mis anhelos y mis sueños, lo que amo y deseo.
Cuando naces, niña, sabes bien tu valor y tu belleza. Sabes
que no necesitas ser ni hacer nada, simplemente existir y dejarte guiar por la
llamada que surge en tu interior. Pero luego creces y la sociedad te coloca
capa tras capa sobre ti, para que poco a poco escondas todos tus tesoros bajo
un manto de superficialidades. Quizás para que no puedas mantener contacto con
tu ser interior, para que no sientas lo equivocado que está todo, para evitar
que salgas corriendo buscando tu propio destino. Olvidas quién eres, por qué
eres, y empiezas a buscarte en el mundo exterior. Buscas tu identidad en la
ropa, el peinado, el trabajo… Buscas tu valor en los abrazos y besos del otro,
el amor en el corazón de aquel hombre. Pero nunca lo encontrarás, porque no
está ahí.
Siéntete, amate, descúbrete. Suda, llora y deja la risa
incontrolable nacer en tu vientre. Déjate manchar, danza y corre libremente con
los lobos. Sangra, busca y encuéntrate dentro de ti.
lunes, 6 de mayo de 2013
Reflexiones sobre la Mujer
Ser Mujer es mucho más que tener útero y pechos, poder dar a luz y tener la menstruación. Es muchos más que todo eso, pero ¿cómo podamos vivir plenamente nuestra existencia como Mujeres si desconocemos o no gozamos de nuestro cuerpo de Mujer? Los procesos naturales de la sexualidad y corporalidad femenina los vivimos según las pautas que han interpretado dese un sistema patriarcal, donde las supuestas valores masculinos son los únicos válidos. Digo supuestos porque dudo que lo que desde hace centenares de años se considera masculinidad realmente lo sea y hoy está naciendo una nueva era también para los hombres, viviendo su masculinidad desde el respeto y el amor. Pero nuestro sistema actual si está regido por los valores patriarcales, donde lo que es la esencia de la mujer se ha considerado debilidad y caos, algo peligroso que necesitamos controlar.
jueves, 18 de abril de 2013
Menstruación: sangrado libre
Os imaginais menstruar sin usar ningún tipo de producto (tampones, copas menstruales, compresas...) para retener la sangre? A la mayoría seguro que os viene a la mente la imágen de una mujer andando por la calle con el pantalón lleno de sangre, pero no, no se trata de eso. Me refiero a mujeres que sienten su cuerpo y su útero, sienten la necesidad de evacuar la sangre cuando el útero está lleno, y simplemente van al baño (o donde prefieran) para dejar salir la sangre.
Si decido no usar nada para retener mi menstruación y escuchar a mi cuerpo para dejar la sangre salir, soy radical? Es volver a la prehistoria? No, nada de eso. Es querer ser libre. Querer sentir mi cuerpo, ser feliz en mi cuerpo.
domingo, 14 de abril de 2013
Una amiga hace poco me dijo que antes éramos esclavas de los hombres, pero ahora nos hemos convertido en esclavas de la sociedad. Sentimos que debemos actuar, ser o aparentar de una u otra manera. Nos intentamos controlar con hormonas y píldoras para responder a las exigencias, vamos en contra de la llamada de nuestros instintos e intentamos suprimir las respuestas fisiológicas de la naturaleza femenina. Intentamos crear una nueva especie dentro de la raza humana, como un híbrido entre el hombre y esa criatura primitiva que puede dar a luz y amamantar, esa criatura temida y despreciada llamada Mujer.
¿Cuándo seremos libres? Eso sólo
viernes, 16 de septiembre de 2011
Ser Mujer
Las veo por las calles, algunas escondiéndose entre hombros caídos y miradas al suelo. Otras se aman y apenas rozan la cera con sus zapatos.
Las veo a todas, rellenas, delgaditas, pelirrojas, rubias, morenas… con la piel oscura como el chocolate o casi blanca y transparente del país del hielo.
Las veo a todas, y puedo percibir la bella mujer que vive debajo de su piel, debajo de su armadura y sus escudos, sus muros construidos para protegerse contra los insultos, injusticias y violencia. A veces visible y a veces no. A veces una palabra menospreciante, a veces algo más. O simplemente una mirada que le obliga a dejar aquello que su corazón anhelaba para volver a la tarea indicada para ella.
Me encanta ser mujer y todo lo que eso conlleva. Ser creativa, sensible, sensual, protectora, fuerte, inteligente, capaz… Me encanta poder parir, amamantar y cuidar de los míos, y me encanta cuidarme a mí y realizarme a mi misma, ya sea estudiando o con ese proyecto vital, ese sueño que es sólo mío.
Y ¿por qué no? La mujer es uno de las dos mitades más bellas de la especie humana. La otra mitad, el hombre. Vivimos en un mundo desequilibrado, luchando contra las fuerzas de la naturaleza, contra nosotros mismos y nuestra autenticidad. No sé si estamos desequilibrados porque vivimos en un mundo desequilibrado, o si el mundo externo tan sólo es un reflejo de nuestro desequilibrio interior. Pero para alcanzar el equilibrio tenemos que empezar con nosotros mismos.
Y hasta que no sepamos valorar al otro peso de la balanza igual que a nosotros mismos (o lo que debería aprender mucha mujeres, valorarnos a nosotras mismas como valoramos al otro peso), nos caeremos nosotros también. Me imagino dos pesos haciendo equilibrio en un palillo. Da igual si están lejos, o más cerca del punto medio, mientras que estén a la misma distancia del centro, habrá equilibrio. Si ese punto medio fuera el respeto, el amor, o el valor, ya tendríamos algo que nos señalara el camino.
Cada mañana cuando me despierto encuentro nuevas razones para dar las gracias. Puedo dar las gracias por el sol dorado que ilumina mis cortinas o la lluvia que roza el cristal. Por sentirme bien, por volver a nacer cada día, enfrentándome con un sinfín de oportunidades y proyectos. Puedo dar las gracias por tener personas a mi lado que me respetan y me quieren, por ser quién soy… por ser mujer. Porque ser mujer es ser bella, humilde, fuerte, poderosa, llena con un amor incondicional, capacidad para proteger, nutrir y crear vida. Ser mujer no es ser más que nadie, ni menos, es estar hecha por la misma esencia que el otro peso de la balanza, y a la vez tan distintos.
Las veo a todas, rellenas, delgaditas, pelirrojas, rubias, morenas… con la piel oscura como el chocolate o casi blanca y transparente del país del hielo.
Las veo a todas, y puedo percibir la bella mujer que vive debajo de su piel, debajo de su armadura y sus escudos, sus muros construidos para protegerse contra los insultos, injusticias y violencia. A veces visible y a veces no. A veces una palabra menospreciante, a veces algo más. O simplemente una mirada que le obliga a dejar aquello que su corazón anhelaba para volver a la tarea indicada para ella.
Me encanta ser mujer y todo lo que eso conlleva. Ser creativa, sensible, sensual, protectora, fuerte, inteligente, capaz… Me encanta poder parir, amamantar y cuidar de los míos, y me encanta cuidarme a mí y realizarme a mi misma, ya sea estudiando o con ese proyecto vital, ese sueño que es sólo mío.
Y ¿por qué no? La mujer es uno de las dos mitades más bellas de la especie humana. La otra mitad, el hombre. Vivimos en un mundo desequilibrado, luchando contra las fuerzas de la naturaleza, contra nosotros mismos y nuestra autenticidad. No sé si estamos desequilibrados porque vivimos en un mundo desequilibrado, o si el mundo externo tan sólo es un reflejo de nuestro desequilibrio interior. Pero para alcanzar el equilibrio tenemos que empezar con nosotros mismos.
Y hasta que no sepamos valorar al otro peso de la balanza igual que a nosotros mismos (o lo que debería aprender mucha mujeres, valorarnos a nosotras mismas como valoramos al otro peso), nos caeremos nosotros también. Me imagino dos pesos haciendo equilibrio en un palillo. Da igual si están lejos, o más cerca del punto medio, mientras que estén a la misma distancia del centro, habrá equilibrio. Si ese punto medio fuera el respeto, el amor, o el valor, ya tendríamos algo que nos señalara el camino.
Cada mañana cuando me despierto encuentro nuevas razones para dar las gracias. Puedo dar las gracias por el sol dorado que ilumina mis cortinas o la lluvia que roza el cristal. Por sentirme bien, por volver a nacer cada día, enfrentándome con un sinfín de oportunidades y proyectos. Puedo dar las gracias por tener personas a mi lado que me respetan y me quieren, por ser quién soy… por ser mujer. Porque ser mujer es ser bella, humilde, fuerte, poderosa, llena con un amor incondicional, capacidad para proteger, nutrir y crear vida. Ser mujer no es ser más que nadie, ni menos, es estar hecha por la misma esencia que el otro peso de la balanza, y a la vez tan distintos.
viernes, 8 de abril de 2011
Andar descalza
Parir es como andar descalza sobre la Madre Tierra. Cuánto más estés en contacto con tu interior, más podrás disfrutar de tu parto. Andar descalza igual, cuánto más hayas estado en contacto con la Madre Tierra, menos daño te harás. Y disfrutarás del tacto con el barro y la hierba, sentirás que tus pies nacieron para sentir todo aquello. Pero cuanto más has calzado los zapatos de la civilización y cuidadosamente quitado todas las durezas que se formaban, más te pincharás y te lastimarás cuando intentes andar descalza. Podrás aprender técnicas de respiración para sobreponerte al dolor de las piedras contra tu piel tan frágil, o intentarás adoptar posturas para sentir lo menos posible el impacto de la tierra contra tus pies. Andarás en puntillas, dando saltitos, sólo con los talones… pero no te habrás hecho amiga con el dolor ni con la tierra, si no que simplemente estarás buscando formas para evitarles hasta volver a calzar tus cómodos zapatos de la ignorancia.
Zapatos de la ignorancia. Los que calzamos cada día nada más despertarnos de nuestros sueños salvajes que ni siquiera recordamos cuando la luz del día alumbra nuestra cortina. Los zapatos nos desconectan de la Madre Tierra, nos aíslan de su energía y protege de su sabiduría. Los zapatos son la herramienta para mantenernos como unos ignorantes ciegos en nuestra sociedad. Cuánto más altos, más nos aíslan y alejan de nuestra naturaleza salvaje. Vivimos en una cultura donde la mujer bella esa una mujer sumisa y domesticada, vestida con una falda estrecha que le limita el movimiento y unos tacones que le obligan a andar despacio y tambaleando, escondiendo su verdadera naturaleza. La verdadera belleza está en unos pies agrietados con tierra en las uñas, una mujer fuerte, amorosa y poderosa. Una mujer que puede correr libremente sobre la tierra, que disfruta del césped húmedo después del a lluvia, el barro y la arena que quema en el desierto. Instintivamente sabe dónde hay ramas que cortan, y su piel reconoce qué piedras resbalan y dónde puede apoyarse para no caerse.
Descálzate. Así parirás, andarás y vivirás como la mujer que eres. No pasa nada si al principio te pinchas o pasas frío. Al principio dolerá y tus pies blancos se agrietarán y se hincharán. Pero luego se convertirán en los pies bellos de una mujer salvaje, conectada, consciente y responsable de sus propios pasos.
Zapatos de la ignorancia. Los que calzamos cada día nada más despertarnos de nuestros sueños salvajes que ni siquiera recordamos cuando la luz del día alumbra nuestra cortina. Los zapatos nos desconectan de la Madre Tierra, nos aíslan de su energía y protege de su sabiduría. Los zapatos son la herramienta para mantenernos como unos ignorantes ciegos en nuestra sociedad. Cuánto más altos, más nos aíslan y alejan de nuestra naturaleza salvaje. Vivimos en una cultura donde la mujer bella esa una mujer sumisa y domesticada, vestida con una falda estrecha que le limita el movimiento y unos tacones que le obligan a andar despacio y tambaleando, escondiendo su verdadera naturaleza. La verdadera belleza está en unos pies agrietados con tierra en las uñas, una mujer fuerte, amorosa y poderosa. Una mujer que puede correr libremente sobre la tierra, que disfruta del césped húmedo después del a lluvia, el barro y la arena que quema en el desierto. Instintivamente sabe dónde hay ramas que cortan, y su piel reconoce qué piedras resbalan y dónde puede apoyarse para no caerse.
Descálzate. Así parirás, andarás y vivirás como la mujer que eres. No pasa nada si al principio te pinchas o pasas frío. Al principio dolerá y tus pies blancos se agrietarán y se hincharán. Pero luego se convertirán en los pies bellos de una mujer salvaje, conectada, consciente y responsable de sus propios pasos.
miércoles, 30 de marzo de 2011
Te busqué
Te busqué entre las sombras que danzaban en las paredes, en aquel atardecer lleno de colores pintado en el cielo. Te busqué en el olor a jazmín, en la piel de aquel chico, en la desesperación de la noche en soledad. No te encontraba y seguía buscando. Te buscaba en las lejanas estrellas de la noche, en el amanecer, entre los suaves tonos de la flauta y el ritmo que llenaba el espacio aquella tarde de verano. Te busqué entre mis recuerdos de la infancia, entre juguetes usados, polvo y apuntes que ya no servían. Te buscaba entre las hojas caídas de otoño y el frío sol de primavera. Me enamoré y te seguí buscando, ¿quizás en aquel abrazo? Luego te buscaba en el abandono y la soledad, el desamparo y el dolor. Casi dejé de creer que existieras.
Te busqué entre aquellas mujeres debajo de la luna nueva, ahí te podía percibir, pero un instante más tarde te había vuelto a perder. Te buscaba en los ojos de los niños, las manos agrietadas de los ancianos, en el viento, en la soledad, en el silencio… Te buscaba en Dios, en los templos, en el amor y el desamor. Sólo me encontré con tu suave fragancia, sí, existías, habías estado por aquí, habías rozado estas paredes con tu presencia. Te buscaba entre los bloques de cemento, movimiento, coches y el ruido de la cuidad. Y te buscaba en la naturaleza, en el manantial lleno de sabiduría que limpiaba, alimentaba y sanaba. Si no te encontraba ahí ¿dónde podrías estar? Solo te podía percibir entre la sublime belleza y el amor incondicional, pero siempre jugando al escondite. A veces me daba la sensación que me contemplabas desde algún lugar, pero si me giraba para encontrarte ya no estabas. Intentabas guiarme y ayudarme, pero el ruido a mi alrededor era demasiado fuerte como para permitirme escucharte. Y otras veces el silencio demasiado compacto para ser atravesado.
Un día te busqué dentro de mí, y te encontré. Te encontré recorriendo mis venas como la sangre, llenando mis células, mi alma, mis huesos. Te encontré en la quietud que reinaba entre pensamiento y pensamiento, en el silencio de mi alma, en el sutil mensaje de mi intuición. Te encontré en mi agrietado y asustado corazón lleno de amor, en mi hígado y mis pulmones. Te encontré debajo de mi piel, en mis estrías, la leche que llenaba mis pechos, el útero que palpitaba con amor. Te encontré abrazándome, creyendo en mí, susurrándome que yo era valiosa y querida. Siempre habías estado ahí, pero yo nunca te vi porque estaba demasiado ocupada buscándote y soñandote en mil lugares fuera de mí. Ahora que te he encontrado seguiré a tu lado. Seguiré alimentándote con mis experiencias, permitiendo que tus actos y deseos se conviertan en míos. Te escucharé, me quedaré quieta, me moveré cuando me pidas que baile. Y soltaré y volaré ahora que estás conmigo porque ya no hay nada de qué tener miedo.
Te busqué entre aquellas mujeres debajo de la luna nueva, ahí te podía percibir, pero un instante más tarde te había vuelto a perder. Te buscaba en los ojos de los niños, las manos agrietadas de los ancianos, en el viento, en la soledad, en el silencio… Te buscaba en Dios, en los templos, en el amor y el desamor. Sólo me encontré con tu suave fragancia, sí, existías, habías estado por aquí, habías rozado estas paredes con tu presencia. Te buscaba entre los bloques de cemento, movimiento, coches y el ruido de la cuidad. Y te buscaba en la naturaleza, en el manantial lleno de sabiduría que limpiaba, alimentaba y sanaba. Si no te encontraba ahí ¿dónde podrías estar? Solo te podía percibir entre la sublime belleza y el amor incondicional, pero siempre jugando al escondite. A veces me daba la sensación que me contemplabas desde algún lugar, pero si me giraba para encontrarte ya no estabas. Intentabas guiarme y ayudarme, pero el ruido a mi alrededor era demasiado fuerte como para permitirme escucharte. Y otras veces el silencio demasiado compacto para ser atravesado.
Un día te busqué dentro de mí, y te encontré. Te encontré recorriendo mis venas como la sangre, llenando mis células, mi alma, mis huesos. Te encontré en la quietud que reinaba entre pensamiento y pensamiento, en el silencio de mi alma, en el sutil mensaje de mi intuición. Te encontré en mi agrietado y asustado corazón lleno de amor, en mi hígado y mis pulmones. Te encontré debajo de mi piel, en mis estrías, la leche que llenaba mis pechos, el útero que palpitaba con amor. Te encontré abrazándome, creyendo en mí, susurrándome que yo era valiosa y querida. Siempre habías estado ahí, pero yo nunca te vi porque estaba demasiado ocupada buscándote y soñandote en mil lugares fuera de mí. Ahora que te he encontrado seguiré a tu lado. Seguiré alimentándote con mis experiencias, permitiendo que tus actos y deseos se conviertan en míos. Te escucharé, me quedaré quieta, me moveré cuando me pidas que baile. Y soltaré y volaré ahora que estás conmigo porque ya no hay nada de qué tener miedo.
lunes, 28 de febrero de 2011
Reencuentro con mi Mujer Salvaje
Cuando el movimiento de esta sociedad me paraliza. Cuando ya no sé a dónde ir, hacía dónde girarme para que mis pies vuelvan a encontrar el apoyo de la tierra arenosa. Exhausta y agotada después de tanto tiempo caminando y al mismo tiempo intentar tapar las grietas en mi vida. Y ahí está ella, la mujer salvaje. Está siempre en alerta, cuando se da cuenta de que me salgo de mi camino o escondo mis sueños hasta que dejen de brillar, o mis lados oscuros hasta convertirles en algo mugriento y pestoso, ahí está ella.
Me busca por la noche en mis sueños más oscuros, me hace despertar sin aire, desorientada y con la sensación de que algo se me está pasando por alto. Me deja sin fuerzas y me pide recogerme y buscar cobijo en la soledad de mi cueva, lamerme las heridas mientras calculo daños y replanteo mis prioridades.
Cuánto más la tapo con una cómoda máscara, más fuerte grita, y más crece mi sensación de ahogo. Porque yo soy ella, ella es la vigilante de mi vida, de mis sueños y mi yo interior.
Y otra vez no, después de descubrirla, no volveré a enterrarla. La necesito en mi vida. Necesito vivir al límite de las emociones, ciega, pero con la fuerte guía de mi linterna interior: la intuición. Necesito soltar los miedos y dudas por el barranco, volver a fluir y confiar, aullar en la noche y correr libremente por los campos.
No quiero seguir teniendo una máscara que tapa a mi mujer salvaje y mi yo interior. No necesito pretender ser nada ni nadie. Soy yo. Y agradezco las grietas en mi apariencia, un poco más de piel de la cuenta, un pezón debajo de una tela fina, una gota de sudor en la mejilla, la humedad que riza mi pelo cuando me lo he peinado demasiado… es la rebeldía de la Mujer salvaje, quiere romper la perfección y demonstrar que está ahí. Y me encanta. Le doy las gracias por no dejarme sola, nunca. Vela por mí día y noche, cuando yo estoy demasiado ocupada con tareas superficiales y a veces sin sentido.
Si quereis conocer a vuestra Mujer Salvaje os invito a leer el libro "Mujeres que corren con los lobos" de Clarissa Pinkola
http://www.holistika.com/autoayuda/mujeres-que-corren-con-los-lobos---tapa-dura.asp
"Todos sentimos el anhelo de lo salvaje. Y este anhelo tiene muy pocos antídotos culturalmente aceptados. Nos han enseñado a avergonzarnos de este deseo. Nos hemos dejado el cabello largo y con él ocultamos nuestros sentimientos. Pero la sombra de la Mujer Salvaje acecha todavía a nuestra espalda de día y de noche. Dondequiera que estemos, la sombra que trota detrás de nostros tiene sin duda cuatro patas."
RECUPERA EL PODER DE LA MUJER SALVAJE
"Dentro de toda mujer alienta una vida secreta, una fuerza poderosa llena de buenos instintos, creatividad apasionada y sabiduría eterna. Es la Mujer Salvaje, una especie en peligro de extinción que representa la esencia femenina instintiva. Aunque los regalos de la naturaleza les pertenecen desde siempre, los constantes esfuerzos de la sociedad por "civilizar" a las mujeres han ocultado los dones que éstas albergan en su interior.
En este libro, Clarissa Pinkola Estés revela ricos mitos interculturales, cuentos de hadas e historia -muchas de ellas relativas a su propia familia- para ayudar a las mujeres a recuperar su fuerza y volver a conectar con su verdadera esencia. Pinkola Estés ha creado una psicología femenina en su sentido más auténtico, el que lleva al conocimiento del alma.
Mujeres que corren con los lobos es, asimismo, un fascinante mosaico de historias que, además de resultar sumamente entretenido, nos ofrece una nueva visión de lo femenino y de sus posibilidades."
"Una celebración del alma femenina."
The Washington Post
viernes, 21 de enero de 2011
Desde la oscuridad se vuelve a nacer- sobre la violencia
No es más que un alma frustrado, dañado y remprimido. Su luz que brilla no es su luz interior divina, si no estallos de rabia, dolor, y enfado. En la profundidad, debajo de su escudo duro y manipulador se esconden sus sueños y deseos reprimidos, dañados y olvidados, tan olvidados que ni siquiera las reconoce cuando una grieta las trae a la luz.
Un ser humano dañado en un animal peligroso que lucha con sus instintos de supervivencia. Un hombre dañado en lo más profundo de su alma no diferencia la luz de la oscuridad, ni el deseo del alma del ego, ni el umbral del dolor de otra persona. Un hombre con su esencia dañado es un animal asustado que responde violentamente, manipulando la realidad para ajustarlo a su dolido interior. Un hombre dañado intenta atrapar a la luz para convertirlo en suya, dominarla y poseerla. La inocencia es su segunda presa, y el amor la tercera. Roba su piel, y la deja tirada bajo el frío invierno cuando descubre que no le alivia el dolor. Deja su alma como una hoja tirada en la calle después de que el viento termine su juego con ella. Mojada, quieta y sin poder volver a volar, pisada y dañada por pies inconcientes. Hasta que un niño la descubra y la lleve a su casa para contemplar su preciosos colores o el tiempo la convierta en tierra y vuelva a a su hogar.
Dentro de él soplan los vientos del desierto, que sólo remueven arena quemada sobre más arena. El vacío a veces es tan grande, que lo intenta llenar con la luz de aquella jóven, masticandola, anulandola y convertiendola en suya. No de palabra, si no de cuerpo y alma.
Sus dioses es la culpa y el poder, y el único amor que conoce es el que anula a la otra persona intentando que las gotas de jugo que exprime de ella calme la tormenta en su interior. Pero la tormenta sólo se calmará cuando escuche a su alma que grita frustrado, encerrado en la oscuridad, cuando descubra la esencia de la vida, la belleza de dejar vivir y la sútil palpitación del amor que no desea poseer.
Aún así le puedo dar las gracias. Por demonstrarme mis debilidades, lo que necesito cambiar, y lo que es realmente valioso en mi interior y necesito proteger de su mirada. Por intentar dominarme y anularme, y así simplemente conseguir hacerme más fuerte y que mi luz brille con más intensidad. Porque después de haberme robado la piel, la fría soledad me arropa y me demuestra mi calor interior, el silencio en mis oídos se convierten en el sútil canto de mi alma. Apredí a preguntar "¿Quién es?" antes de abrir la puerta, por si acaso era otro depredador hambriento. Ya conozco su olor y sus trampas, sus pasos silenciosos no me pueden sorprender. Rastreando le siento venir y le bloqueo el paso. Aquí no entra más, este es terreno sagrado. Después de mi huida pude volver a nacer.
Mi aliento la dedico a todas las mujeres que aún luchan por volver a ser libres, encontrar su piel robado y conseguir volver a brillar. A todas las mujeres manipuladas, violentadas emocionalmente y físicamente, dañadas, reprimidas y no escuchadas.
Después de la tormenta nos espera una calma que asusta y duele, deja a nuestra vista la carne quemada, los destrozos y la fragilidad de nuestro ser. Pero la quietud llena la soledad y el amor verdadero puede volver a brotar en tierra fértil. El alma dañado se curará con la inocencia, la verdadera, la que significa conocer la maldad pero aún así seguir creyendo y quierendo lo bueno. El sol, aunque hoy no brilla, tan sólo se esconde detrás de una nube gris. Y la fuerza, la fuerza más grande y poderosa, es la que habita dentro de nuestro alma, nuestra mujer interior, sabia y amorosa. Si aprendemos a escucharla podemos romper los muros y escudos que le encierran, recibir su guía y protección a través de su susurro silencioso. Un susurro que se convertirá en nuestro grito de libertad. Con alas frágiles damos el salto hacía el vacío, el aire aliviado nos recoge y volvemos a volar.
Un ser humano dañado en un animal peligroso que lucha con sus instintos de supervivencia. Un hombre dañado en lo más profundo de su alma no diferencia la luz de la oscuridad, ni el deseo del alma del ego, ni el umbral del dolor de otra persona. Un hombre con su esencia dañado es un animal asustado que responde violentamente, manipulando la realidad para ajustarlo a su dolido interior. Un hombre dañado intenta atrapar a la luz para convertirlo en suya, dominarla y poseerla. La inocencia es su segunda presa, y el amor la tercera. Roba su piel, y la deja tirada bajo el frío invierno cuando descubre que no le alivia el dolor. Deja su alma como una hoja tirada en la calle después de que el viento termine su juego con ella. Mojada, quieta y sin poder volver a volar, pisada y dañada por pies inconcientes. Hasta que un niño la descubra y la lleve a su casa para contemplar su preciosos colores o el tiempo la convierta en tierra y vuelva a a su hogar.
Dentro de él soplan los vientos del desierto, que sólo remueven arena quemada sobre más arena. El vacío a veces es tan grande, que lo intenta llenar con la luz de aquella jóven, masticandola, anulandola y convertiendola en suya. No de palabra, si no de cuerpo y alma.
Sus dioses es la culpa y el poder, y el único amor que conoce es el que anula a la otra persona intentando que las gotas de jugo que exprime de ella calme la tormenta en su interior. Pero la tormenta sólo se calmará cuando escuche a su alma que grita frustrado, encerrado en la oscuridad, cuando descubra la esencia de la vida, la belleza de dejar vivir y la sútil palpitación del amor que no desea poseer.
Aún así le puedo dar las gracias. Por demonstrarme mis debilidades, lo que necesito cambiar, y lo que es realmente valioso en mi interior y necesito proteger de su mirada. Por intentar dominarme y anularme, y así simplemente conseguir hacerme más fuerte y que mi luz brille con más intensidad. Porque después de haberme robado la piel, la fría soledad me arropa y me demuestra mi calor interior, el silencio en mis oídos se convierten en el sútil canto de mi alma. Apredí a preguntar "¿Quién es?" antes de abrir la puerta, por si acaso era otro depredador hambriento. Ya conozco su olor y sus trampas, sus pasos silenciosos no me pueden sorprender. Rastreando le siento venir y le bloqueo el paso. Aquí no entra más, este es terreno sagrado. Después de mi huida pude volver a nacer.
Mi aliento la dedico a todas las mujeres que aún luchan por volver a ser libres, encontrar su piel robado y conseguir volver a brillar. A todas las mujeres manipuladas, violentadas emocionalmente y físicamente, dañadas, reprimidas y no escuchadas.
Después de la tormenta nos espera una calma que asusta y duele, deja a nuestra vista la carne quemada, los destrozos y la fragilidad de nuestro ser. Pero la quietud llena la soledad y el amor verdadero puede volver a brotar en tierra fértil. El alma dañado se curará con la inocencia, la verdadera, la que significa conocer la maldad pero aún así seguir creyendo y quierendo lo bueno. El sol, aunque hoy no brilla, tan sólo se esconde detrás de una nube gris. Y la fuerza, la fuerza más grande y poderosa, es la que habita dentro de nuestro alma, nuestra mujer interior, sabia y amorosa. Si aprendemos a escucharla podemos romper los muros y escudos que le encierran, recibir su guía y protección a través de su susurro silencioso. Un susurro que se convertirá en nuestro grito de libertad. Con alas frágiles damos el salto hacía el vacío, el aire aliviado nos recoge y volvemos a volar.
viernes, 20 de agosto de 2010
La mujer y el hombre

Es la pregunta que me he hecho tantas veces cuando encuentro libros y textos que hablan de la búsqueda de la mujer, el desarrollo de la sexualidad femenina y su don de crear vida. El sexo femenino ha estado tan encarcelado en las pautas de una sociedad que a menudo llamamos masculino, lleno de racionalismo, competividad y guerras. Pero ¿eso de verdad es lo masculino? No sólo las mujeres cargamos desde el inicio de nuestras vidas con unos estereotipos de cómo deberíamos ser o qué metas tener en la vida. Hemos sido reprimidas, abusadas, violentadas, y últimamente dejamos al lado nuestra función sagrada por algo que llamamos "libertad" o "igualdad". Todo esto lo conocemos, pero ¿y los hombres qué? Peor aún, porque su papel en la sociedad ni siquiera se cuestiona, simplemente con un suspiro decimos que "los hombres son así", escondemos casi vergonzadas el sueño del hombre conectado y respetuoso, la unión con un alma gemela, el amor y la comprensión. Ese sueño secreto donde los hombres son hombres, no porque son duros, racionales, prácticos, y por qué no decirlo, en muchos casos con una necesidad sexual mucho mayor que la mujer, tal como nos han enseñado desde que sabemos andar. No por eso son hombres, si no porque junto con la mujer cerrar un círculo de apoyo, amor y comprensión. Cuando nos encontramos en armonía vemos que tenemos raíces al mismo tiempo que somos libres para volar, unimos las energías de la luz y de la oscuridad, el agua y las montañas, el aire y la tierra, el sol y la luna... Juntos tenemos el poderoso don de crear una nueva vida, que luego crecerá y se desarrollará en la vientre de la mujer, envuelto en las energías femeninas del mundo subterrenal. Luego se producirá el nacimiento y el abrupto encuentro con las energías masculinas del mundo de afuera. Pero no hablo de lo que hoy en día solemos considerar masculino, si no de la vida activa, la energía del sol, las fuerzas del movimiento y la estabilidad de las montañas.
Somos distintos, las mujeres y los hombres, pero la esencia es la misma. Lo único que nos distingue es el hueco que hemos decidido llenar en este mundo.
Suponemos que los hombres son de una manera, y interpretamos la realidad desde nuestros estereotipos tan inculcados como en piedra. Desde el nacimiento suponemos que tienen que ser de una manera muy especial, y a lo contrario tendríamos miedo de que desarrollaran demasiado su lado femenino. Tienen que ser machos, masculinos, duros y vivir su sexualidad sin reprimir y siempre desde lo físico. (¿Te suena lo de "a las mujeres les cuesta tener relaciones sexuales sin amor, pero los hombres sí pueden"?)
El Yin representa lo femenino, y el Yang lo masculino. Para que haya equilibrio siempre tiene que haber un poco de femeniedad en el hombre y masculinidad en la mujer. Sólo así se puede producir la unión equilibrada lleno de amor y comprensión. Quizás lo femenino en el hombre le ayuda a conectar con la vida interior, y lo masculino en la mujer le ayuda a vivir en el mundo exterior. Sea como sea, nos necesitamos y sin el otro siempre nos faltará un cachito, a no ser que algunos hombres y mujeres en épocas de sus vidas puedan desarrollar y llenar ambos lados, o en caso de homosexuales que encuentran el equilibrio en otro tipo de relaciones (formados por dos mujeres o dos hombres, pero las energías de lo masculino y lo femenino siguen siendo las mismas).
Hablamos de que las mujeres tenemos que recuperar nuestra sexualidad y energía femenina, nuestro poder sagrado, el respeto hacía nuestro sexo y nuestro cuerpo. Pero para que esta sociedad evolucione creo que es igual de importante que el hombre haga lo mismo, buscándose dentro de sí, y olvidando los estereoptipos impregnados desde el nacimiento.
Somos hechos de lo mismo, pero somos distintos, porque así nos hemos evolucionado para poder complementarnos y vivir unidos en este nivel de conciencia. No podemos seguir viviendo aislados bajo el mismo techo, sin comprensión y sólo con amor físico y sin respeto hacía lo más profundo de nuestro ser. Nadie vale más que el otro, sólo tenemos funciones distintas para completarnos y llegar a un equilibrio.
A veces cuando me encuentro con mujeres fuertes y vitales puedo percibir a su mujer salvaje brillar en sus ojos. En los ojos de los hombre también brilla su hombre salvaje, a menudo destruido, vergonzado e olvidado. Pero sigue ahí, igual que la mujer salvaje, esperando a ser reconocido, amado y redescubierto. Algunos hombres se buscaron y se encontraron, otros aún tienen que entender que la búsqueda está por dentro, no por fuera.
A veces cuando me encuentro con mujeres fuertes y vitales puedo percibir a su mujer salvaje brillar en sus ojos. En los ojos de los hombre también brilla su hombre salvaje, a menudo destruido, vergonzado e olvidado. Pero sigue ahí, igual que la mujer salvaje, esperando a ser reconocido, amado y redescubierto. Algunos hombres se buscaron y se encontraron, otros aún tienen que entender que la búsqueda está por dentro, no por fuera.
martes, 18 de mayo de 2010
Cuando las lágrimas reprimidas se convierten en enfado

Eran las seis de la mañana. No sabía que sueño me había despertado, pero ahí estaba, como si un rayo me hubiera iluminado con su luz. En mi cabeza sólo daba vueltas una verdad, una frase que se repetía una y otra vez. Adahy no llora cuando se pone triste, se enfada. Ay, de repente ví como me chocaba con mi propia sombra, y como al no darme cuenta lo proyectaba a mi hijo y no le dejaba libre. Yo tampoco lloraba, yo me enfadaba. Últimamente no mucho, porque en general me sentía bien y feliz, pero siempre un par de veces por semana me enfadaba… cuando en el fondo quizás me sentía sola, desbordada o simplemente triste. Una mujer necesita llorar a menudo, liberar sus tensiones, conectar con sus sentimientos. Un niño de tres años también. Pero había adoptado una forma de retener, de enfriar mis sentimientos, esconderlos y no sentirlos, convertirlos en enfado. Cuando te sientes desamparado y frágil piensas que el enfado te puede proteger, alejar y defenderte del enemigo. Pero lo único que consigues es desconectar con tus verdaderos sentimientos y crear tensiones que luego se manifiestan como enfermedades. Y ahora mi hijo había adoptado mi forma de enfrentarse con los suyos. Pensaba en mi madre, que según recuerdo, se enfadaba a menudo. No demostraba su tristeza, no lloraba con lágrimas suaves y mirada dulce que buscaba un poco de apoyo o empatía. Se enfadaba hasta el punto de llorar de ira, y luego se volvía a cerrar bajo una sonrisa plácida y fría. Yo hacía lo mismo. Y ahora mi hijo… de repente la habitación oscura me parecía ahogarme, pero ¿qué estaba haciendo? ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Me había preocupado su enfado alguna que otra vez, pero simplemente le había clasificado como un niño muy sensible. ¿Cómo podría romper este ciclo antes de que fuera demasiado tarde, y enseñarle a sentir y aceptar sus verdaderos sentimientos? Casi tuve que empezar a reír de la simplicidad del asunto y mi propia ceguera. Claro, el primer paso siempre sería aprender yo misma a sentir y aceptar mis propios sentimientos. Necesitaba llorar. Necesitaba urgentemente llorar, por mi propio bienestar y salud.
Y nada más formular el pensamiento sentí ese nudo tan familiar en la garganta y empezaron a caer las lágrimas. Por fin lloré, después de tantos meses reteniendo. Lloré por la separación de mi pareja hace medio año (que todavía no me había permitido soltar ni una sola lágrima), lloré porque esa noche mi hijo se había quedado con su padre y me permití sentir lo mucho que le echaba de menos. Lloré porque mis padres se marchaban a Finlandia en un par de días, y les iba a echar tanto de menos. Lloré porque a veces me sentía sola, porque las cosas no siempre salían como yo hubiera querido, porque estaba preocupada, por todas las cosas que pasaron el verano pasado y porque mis hermanos se encontraban tan lejos. Lloré porque echaba de menos a la casa donde vivíamos antes de la separación, y aunque aquí estaba tan a gusto y contenta, lloré por no poder ver desde aquí los amaneceres tan sublimes y hermosos sobre el mar. Lloré porque simplemente había un granito de tristeza dentro de mí, que necesitaba salir.
Cuando el nudo en la garganta se había resulto dejé secarse las lágrimas en la mejilla, con una sonrisa relajada en mi cara.
Con las lágrimas los mocos empezaron a caer también, por fin, porque llevaba más de un mes con la nariz tapada sin ni siquiera poder sonarme. Una amiga y psicóloga me había recordado hace unas semanas que los mocos eran lágrimas, y cuando tenías muchos mocos era que en realidad necesitabas llorar por algo. En ese momento pensé en mis mocos que no salían, que se quedaban como una piedra dura dentro de mí hasta el punto de despertarme por la noche con la sensación de ahogarme. Por primera vez en tanto tiempo respiré sin dificultad por la nariz.
Me sentí liberada y en paz. Ahora podría con sinceridad y empatía ayudarle a mi hijo a llorar cuando estaba triste. Si me liberaba yo, él también se iba a liberar.
Daba las gracias por haberme dado cuenta, tarde pero aún a tiempo, y veía como el sol empezaba a mandar su luz a través de la cortina. Eran las seis y media de la mañana, me levanté y decidí dar un paseo con el perro hasta la colina de enfrente. Desde ahí no podría ver los mismos amaneceres que desde la otra casa en la playa, pero podría disfrutar de otra.
Alguna que otra lágrima se seguía escapando mientras caminaba, y se mezclaba con mi sonrisa liberada. El canto de los pájaros, el olor a romero y campo, la siluetas aún oscuras de los árboles y las montañas sobre un fondo lleno de luz amarilla y púrpura… fue un regalo temprano, una recompensa del universo por haber dado este paso tan importante en mi camino.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)