viernes, 8 de enero de 2010

Expresar a través de la Danza

Hay miles de formas creativas para sacar la verdad interior que llevamos dentro. Son simplemente distintos idiomas para decir lo mismo, para traducir el habla del alma, y compartirlo con el mundo exterior. El baile, la pintura, la poesía... son solo algunos, y cada mujer tiene que encontrar su manera, su idioma, su forma de expresión.
La Danza del Vientre es solo uno más, pero uno con la que muchas mujeres se sienten identificadas, ya que los movimientos del baile se han transformado durante miles de años para liberar y hacer girar la energía femenina. Sus movimientos ondulares y golpes de cadera se centran en el manantial de la energía fenemina y la energía sexual: la pelvis. Los movimientos suaves y serpentinos con los brazos conectan con el cielo y el Universo, ofrece y dirige la energía que penetra el cuerpo de la mujer danzando. A través de los pies descalsos que sacueden el polvo del suelo llega la energía de la Madre Tierra, y la vibración del shimmie la hace vibrar y cautiva todo alrededor. Cuando conocemos sus movimientos y bailamos fluidamente nos convertimos en pura energía femenina, una mujer danzando conectada con su ser interior y transportadora de la verdad de su alma.

Hace muchos años un amigo me dijo que cada persona debería aprender a tocar algún instrumento, bailar algún baile o hacer cualquier cosa creativa fluidamente, sin tener que pensar en lo que hace. Sólo entonces, cuando nuestro intelecto no está activo, y la mente se libera para sacar tono a tono, o movimiento a movimiento lo que la inspiración nos mande, sólo entonces podemos darle voz a los deseos y verdades de nuestra alma. Por ello es importante que primero aprendamos los movimientos, la base, la grámatica del idioma que queremos usar para expresarnos, para luego bailar fluidamente sin pensar, dejarnos llevar y liberarnos de todo lo que hemos aparendido.

Muchas veces olvidamos el verdadero fin de nuestro baile, y damos más importancia en tener un traje bonito o bailar una coreografía preparada correctamente sin fallar. Nos pintamos los ojos, nos adornamos, todo para que el resultado sea perfecto. Pero bailamos sin alma. Es como el pintor que deja de pintar lo que siente necesidad de expresar, empieza a pintar para complacer a los compradores. Bailamos los movimientos que hemos aprendido, con gracia y una sonrisa bonita, el público aplaude y disfruta. Pero no les hemos transmitido nada. No les hemos contado nuestra historia ni demostrado nuestro verdad. Pero peor todavía, no hemos sentido nada. A parte de los nervios, de estar contentos por lo que salió bien, y los aplausos, no hemos sentido nada.
Cuando bailamos conectadas tenemos la oportunidad de sentir y experimentar muchas cosas. Podemos crecer, cambiar, llegar a conocernos un poquito mejor. Podemos experimentar hasta dónde la inspiración nos puede llevar ese día, liberarnos para en estado de trance y meditación fluir con el Universo. Podemos sentir la sonrisa espontánea, que nace como un cosquilleo en el cuerpo, respuesta a la alegría de nuestro ser. Podemos cerrar los ojos para dejarnos llevar y olvidar las tres dimensiones que limita nuestra materia.

Un baile bailado de corazón, de una mujer abierta y inspirada, no puede ser otra cosa que bella. Sólo con presenciar como conecta consigo mismo, la alegría de su sonrisa sincera, nos regala una satisfacción incomparable.
Prefiero mil veces ver a una alumna nueva atreverse a cerrra los ojos y dejarse llevar, intentando dar movimiento a la voz de su alma, antes que una bailarina profesional con una técnica impresionante, pero que baila sin corazón y alma, sin estar conectada y sin transmitir.

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