martes, 18 de mayo de 2010

Ser mamá...

Ser mamá es tener la alfombra llena de plastilina. Es fregar una y otra vez las huellas de barro que vuelven a aparecer desde el jardín hasta el baño. Es seguir un poquito más cuando sientes que gastaste las últimas fuerzas hace mucho rato. Es contar hasta diez cuando unos pies descalzos saltan encima de la ropa recién doblada… Pero ser mamá es también despertarse por la mañana sintiendo esa bolita calentita con rizos despeinados buscar la teta con un gruñido, recibir un millón de besos en tu mejilla, simplemente porque eres la mejor mamá del mundo. Es disfrutar de la sonrisa más bonita que existe mientras bailáis locamente, saltando y girando, un jueves por la tarde. Es recibir ese abrazo dulce envuelto en un “te quiero mamá” cuando la calma vuelve por la noche. Es acostarse cada noche sabiendo que mañana, pase lo que pase, tendrás otro día lleno de amor y sentido. Es sentir que nada en el mundo importa, todo está bien, mientras esas suaves y gorditas manitas te busquen y te pidan que te sientas con él para terminar el puzzle. Es sentir que el amor se ha materializado y nacido en tu vida, es saber que el sentido de la vida está justo aquí, en tus brazos. Es sentir que no existe ningún ayer ni mañana, simplemente este momento con este cuerpecito tan lleno de vida y amor saltando, corriendo, gateando delante de ti… ser mamá es amar eternamente sin límites, ver la perfección con todas sus imperfecciones. Es agarrar fuertemente, pero saber soltar cuando sea necesario. A pesar del dolor, es saber cuando esos pasos temblorosos puedan llevarle hasta su destino sin tu ayuda, cuando ya te toca sentarte y contemplar como se aleja, esperando para recibirle con los brazos abiertos cuando vuelva. Es aceptar y seguir queriendo.
Ser mamá es todo esto y mucho más. Es intentar enseñarle tus valores y tu moral, para luego aceptar que elija lo contrario. Ser mamá es verle coger su ropa favorita de la cesta de ropa sucia, y no dar importancia a cosas que no lo tengan… es mirarle llena de orgullo cuando se viste sólo, con un calcetín de cada color y botas de agua en pleno verano. Y decirle lo bien que lo está haciendo, lo mucho que le quieres y lo increíblemente hermoso y perfecto que es. Ser mamá es ver a su hijo como un cuadro, donde no quieres añadir ni quitar nada, simplemente ver como se van mezclando los colores a su manera tan particular.

Hay miles de formas de ser mamá, pero en realidad sólo una, y es amar eternamente y sin límites.

Tengo la suerte de ser la mamá del niño más despeinado del mundo. No suele llevar zapatos, y la ropa que lleva está siempre llena de manchas. No entiende de códigos sociales, ni por qué hay que estar sentada en una mesa, si se puede estar debajo… Vayamos a donde vayamos le suelo encontrar boca arriba en el suelo, contemplando el mundo desde otra perspectiva. Orgullosa veo que diga lo que diga, tiene su propio criterio y voluntad, y hace lo que quiere. Es fuerte, creativo, alegre y libre. Con amor de madre le contemplo y veo su perfección como si fuera una obra de arte. Tan diferente a mí, pero sé que sólo aceptando eso consigo darle la libertad que necesita para crecer.

Gracias Adahy por todos estos momentos tan intensos y dulces, pero sobretodo por enseñarme a querer de esta forma tan loca y convertirme en mamá, lo más bonito y gratificante que existe.

Cuando las lágrimas reprimidas se convierten en enfado


Eran las seis de la mañana. No sabía que sueño me había despertado, pero ahí estaba, como si un rayo me hubiera iluminado con su luz. En mi cabeza sólo daba vueltas una verdad, una frase que se repetía una y otra vez. Adahy no llora cuando se pone triste, se enfada. Ay, de repente ví como me chocaba con mi propia sombra, y como al no darme cuenta lo proyectaba a mi hijo y no le dejaba libre. Yo tampoco lloraba, yo me enfadaba. Últimamente no mucho, porque en general me sentía bien y feliz, pero siempre un par de veces por semana me enfadaba… cuando en el fondo quizás me sentía sola, desbordada o simplemente triste. Una mujer necesita llorar a menudo, liberar sus tensiones, conectar con sus sentimientos. Un niño de tres años también. Pero había adoptado una forma de retener, de enfriar mis sentimientos, esconderlos y no sentirlos, convertirlos en enfado. Cuando te sientes desamparado y frágil piensas que el enfado te puede proteger, alejar y defenderte del enemigo. Pero lo único que consigues es desconectar con tus verdaderos sentimientos y crear tensiones que luego se manifiestan como enfermedades. Y ahora mi hijo había adoptado mi forma de enfrentarse con los suyos. Pensaba en mi madre, que según recuerdo, se enfadaba a menudo. No demostraba su tristeza, no lloraba con lágrimas suaves y mirada dulce que buscaba un poco de apoyo o empatía. Se enfadaba hasta el punto de llorar de ira, y luego se volvía a cerrar bajo una sonrisa plácida y fría. Yo hacía lo mismo. Y ahora mi hijo… de repente la habitación oscura me parecía ahogarme, pero ¿qué estaba haciendo? ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Me había preocupado su enfado alguna que otra vez, pero simplemente le había clasificado como un niño muy sensible. ¿Cómo podría romper este ciclo antes de que fuera demasiado tarde, y enseñarle a sentir y aceptar sus verdaderos sentimientos? Casi tuve que empezar a reír de la simplicidad del asunto y mi propia ceguera. Claro, el primer paso siempre sería aprender yo misma a sentir y aceptar mis propios sentimientos. Necesitaba llorar. Necesitaba urgentemente llorar, por mi propio bienestar y salud.

Y nada más formular el pensamiento sentí ese nudo tan familiar en la garganta y empezaron a caer las lágrimas. Por fin lloré, después de tantos meses reteniendo. Lloré por la separación de mi pareja hace medio año (que todavía no me había permitido soltar ni una sola lágrima), lloré porque esa noche mi hijo se había quedado con su padre y me permití sentir lo mucho que le echaba de menos. Lloré porque mis padres se marchaban a Finlandia en un par de días, y les iba a echar tanto de menos. Lloré porque a veces me sentía sola, porque las cosas no siempre salían como yo hubiera querido, porque estaba preocupada, por todas las cosas que pasaron el verano pasado y porque mis hermanos se encontraban tan lejos. Lloré porque echaba de menos a la casa donde vivíamos antes de la separación, y aunque aquí estaba tan a gusto y contenta, lloré por no poder ver desde aquí los amaneceres tan sublimes y hermosos sobre el mar. Lloré porque simplemente había un granito de tristeza dentro de mí, que necesitaba salir.
Cuando el nudo en la garganta se había resulto dejé secarse las lágrimas en la mejilla, con una sonrisa relajada en mi cara.

Con las lágrimas los mocos empezaron a caer también, por fin, porque llevaba más de un mes con la nariz tapada sin ni siquiera poder sonarme. Una amiga y psicóloga me había recordado hace unas semanas que los mocos eran lágrimas, y cuando tenías muchos mocos era que en realidad necesitabas llorar por algo. En ese momento pensé en mis mocos que no salían, que se quedaban como una piedra dura dentro de mí hasta el punto de despertarme por la noche con la sensación de ahogarme. Por primera vez en tanto tiempo respiré sin dificultad por la nariz.

Me sentí liberada y en paz. Ahora podría con sinceridad y empatía ayudarle a mi hijo a llorar cuando estaba triste. Si me liberaba yo, él también se iba a liberar.
Daba las gracias por haberme dado cuenta, tarde pero aún a tiempo, y veía como el sol empezaba a mandar su luz a través de la cortina. Eran las seis y media de la mañana, me levanté y decidí dar un paseo con el perro hasta la colina de enfrente. Desde ahí no podría ver los mismos amaneceres que desde la otra casa en la playa, pero podría disfrutar de otra.

Alguna que otra lágrima se seguía escapando mientras caminaba, y se mezclaba con mi sonrisa liberada. El canto de los pájaros, el olor a romero y campo, la siluetas aún oscuras de los árboles y las montañas sobre un fondo lleno de luz amarilla y púrpura… fue un regalo temprano, una recompensa del universo por haber dado este paso tan importante en mi camino.

miércoles, 5 de mayo de 2010



Clases regulares de Danza del Vientre en Churriana
en el Gimnasio Ánimo, c/ San Humberto nr 8


Grupo de iniciación-intermedio
Horario: Martes 20:00-21:00
Precio: 25€/mes

Descubre tu lado sensual, creativo y femenino a través del milenario arte de la Danza del Vientre. Trabajamos los pasos básicos, la postura, combinaciones simples y elementos como velo, bastón, velas, doble velo... Aprenderás la técnica necesaria, pero también conocerás el lado creativo del baile, y conectarás con tu energía femenina entre alegría y risas. Trabajamos la improvisación en cada clase, para hacer florar la creatividad y dejar que el baile sea la expresión de nuestro alma.
tlf. 607 622 058

Formación de Doula- Seminario II

Hay veces cuando sientes que estás en armonía con lo que deberías estar haciendo. Que te encuentras en el lugar y el momento adecuado, no deseas nada más ni distinto y toda tu energía se centra en este mismo instante. Toda nuestra vida debería ser así, pero vivimos corriendo, saltándonos el presente y con la energía del pasado o los miedos de mañana.

El primer seminario hizo florar muchos emociones y sentimientos desconocidos o bien escondidos, y tras un éxtasis que duró varios días me encontré con mi sombra más oscura. Hay que hacer limpieza en mi interior, sacar todos los viejos trapos, lavarlos, purificarlos y quitar el polvo de todo el amor y magia que crece en cada uno de nosotras. Mi camino se cruzó con ese cambio en mi vida que tanto anhelaba pero evitaba, por miedo a lo desconocido y a vivir plenamente en el presente. Los cambios asustan y duelen, vivir en el presente también. Hasta que aprendemos que no tenemos nada que perder, sólo podemos crecer.

Cuando entré por la puerta de Recrea para realizar el segundo seminario, sentí que estaba en el lugar correcto, y que en ese momento no podría estar en ningún otro lugar. Me convertí en uno con el entorno y el momento, formaba parte de un todo más grande. Nos esperaba Susana Olalla, doula y organizadora de la formación, con su sonrisa de siempre, que en cualquier momento se convierte en un regaño amoroso entre madre e hija. Porque se ha convertido en una madre-doula para nuestro nacimiento a la nueva sabiduría. Nos da a luz a todas, sacando de nuestro interior la verdad sobre las mujeres y la naturaleza, el amor y la vida.
Y nos esperaba Verónica, una mujer impulsiva, cariñosa, llena de energía, y tan conectada con su fuente. Pero su fuente no es un manantial silencioso de dónde surgen las ideas suavemente, es una cascada de ideas y energías que van y vuelven. Igual está riéndose a carcajadas, bailando con fuerza y sentimiento, o quieta buscando en su interior esa palabra o idea que se perdió entre la multitud. Verónica fue un regalo de nuestra madre-doula Susana Olalla, que nos quería hacer pasar por este crecimiento a través de la música y los ritmos, para conocernos y nuestro cuerpo, porque sólo así estaremos listas para conectar a otras mujeres con sus cuerpos.

Verónica nos habló de los cambios de los ritmos. Del ritmo penetrante que se convierte en éxtasis o caos, cuando ya llega al colmo. Y luego la alegría espontánea antes de la calma. Nos enseñaba el ciclo de los ritmos, y que en realidad todo en nuestras vidas sigue los mismos ciclos. Un parto, un acto sexual, el nacimiento de una idea o cuando realizamos algún sueño... Todos son procesos cíclicos que pasa por las distintas fases con sus ritmos. Experimentamos el ciclo de los ritmos bailando y dejando el alma en cada movimiento o latido de la música. Sudamos, reímos, lloramos, bailamos... conectadas con un algo más grande que nos guiaba y nos unía donde la piel nos separaba.
Revivimos la evolución de la tierra, tumbadas en el suelo convertidas en una partícula movida por las olas del mar. Luego nació el movimiento espontáneo, los reptiles, los animales en cuatro patas, para luego convertirnos en mujeres. Mujeres que aún con los ojos cerrados y sin saber quién estaba a su lado, formaban abrazos y conexiones entre los participantes, todos nacidos espontáneamente y como desde una mente colectiva.

El día siguiente nos esperaba la pediatra Neonatóloga y homeóptat Mónica Delgado. Una mujer dulce, llena de sabiduría y palabras que nos hicieron llorar más de una vez, emocionadas por el gran amor que nos hizo ver en cada rincón de nuestro corazón.

Nos habló de la concepción y la fecundación, la gestación y el parto. Y aquí el gran protagonista era el bebé todavía sin nacer, lo que percibía y sentía ahí dentro del cobijo del vientre de mamá.
Las palabras que más me llegaron, y creo que lo comparto con muchas de las que estaban, fueron: "Si estás aquí, es que en algún momento tu madre te dijo SI". Es la verdad más grande, más simple, pero a veces tan difícil de entender. No hay niños no deseados. Para la implantación, en algún momento, la madre, o el cuerpo de la madre que es una manifestación de sus pensamientos, le dijo SI a ese bebé, si no, no hubiera tenido lugar esa implantación. Quizás la sombra de la madre es demasiado oscuro y pesada, quizás su mente está encerrado en las pautas del miedo o de la cultura civilizada, pero su cuerpo en algún momento deseó a ese niño y le hizo cobijar en su regazo. Y es sólo el amor más grande que deja a un ser desconocido y extraño crecer y desarrollarse dentro de sí.
Mónica también nos hizo recordar nuestra propia fecundación, la unión de una parte de la madre con una del padre, el valor que significa haber hecho ese largo viaje hasta el óvulo y luego las trompas, sin libros de guías ni aprobación desde el exterior. Cuando nos sentimos pequeños y no capaces, recordar esto nos llena de fuerzas para seguir luchando con amor. Ya no estamos en el cuerpo físico de nuestra mamá, estamos en el cuerpo de la gran mamá, el universo. No necesitamos guías ni aprobación del exterior, el mismo amor y ilusión que nos guiaba entonces nos puede guiar ahora.

Mónica nos enseño también otra forma de ver la fecundación. No se trata del conocido "ganador", o el esperma que llegó antes. Parece haber unas cuántas "favoritas", candidatos para el óvulo. Los demás espermas les ayudan a avanzar, y no luchan entre ellos. Luego el óvulo abre las puertas a uno de ello, o a dos o tres en caso de gemelos y trillizos... Reemplaza la antigua visión sobre la lucha, la conquista y competencia, por una lleno de amor.


El domingo, tercer y último día, nos esperaba ser revelado el secreto del suelo pélvico, esa gran amiga misteriosa de la mujer. Está en cada fase de la vida sexual de la mujer, en su día a día, desde el principio hasta el fin, pero apenas le conocemos y no le cuidamos como deberíamos. No solemos reconocer que existe, hasta que tenemos algún problema que nos fuerce a prestarle atención.
Francine Chevalier García, especialista en Fisioterapia obstétrica, ginecología y acuaterapia, nos reveló la anatomía del suelo pélvico y los ejercicios para fortalecerlo. A mi me quedó una duda entre ejercicios y ejercicios y he dado mil vueltas a ella para intentar contestarla. Si es una parte de nuestro cuerpo que no vemos, que no notamos normalmente, por qué hay que cuidarla? Qué diferencia hay entre los músculos que nos dilatan la pupila, el diafragma que nos permite respirar, y un suelo pélvico? Por qué este músculo necesita cuidados, cuando otros músculos en nuestro interior no lo necesitan? Quizás la respuesta es más fácil de lo que jamás llegué a pensar. Nosotros aprendemos desde pequeñas a maltratarla, no cuidarla y devastarla hasta el punto en que necesita nuestros cuidados para poder funcionar normal. Quizás es otro bagaje más de nuestra cultura, donde la sexualidad es reprimida o tabú, no se conoce de su verdadero forma. El cuerpo de la mujer es maltratada y no respetada, sus funciones más básicas cuestionadas y criticadas. Ese suelo pélvico no aguanta sólo el peso de un bebé que crece en el vientre de mamá, los tesoros de energía femenina de la mujer, las semillas de su vida creatividad. Aguanta también los insultos y la incomprensión de la cultura, los malos tratos de la mujer y su sexualidad, la inconexión que vive la mujer con su propio cuerpo.. Quizás la epidemia de incontinencia y suelos pélvicos sin fuerzas es simplemente una manifestación de todo lo que está pasando a la naturaleza femenina en nuestra cultura. Francine nos contó como en otras culturas en vez de usar compresas y tampones cuando una mujer menstruaba, solían retener la sangre dentro de la vagina con los músculos del suelo pélvico.

Después de este seminario salimos todas un poco más conectadas, esteras, femeninas… Gracias a todas las maravillosas mujeres que me acompañaron una vez más.